Pepa Horno Goicoechea

Pepa Horno Goicoechea

Tengo que hacerlo mejor

En mi trabajo, en los talleres con familias, siempre hablo de la maternidad y la paternidad con consciencia. Esa opción que convierte cada pequeño detalle del día a día con un niño en una pieza de un puzzle con sentido.

Intento transmitir a las familias que no podemos criar un niño feliz si no lo somos nosotros ni podemos saber amar si nunca nos hemos sentido amados.

Le digo una y otra vez a la gente que quiere escucharme, sobre todo desde que mi hijo llegó a mi vida, que hace falta aprender y enseñar la compasión. Esa capacidad para sentir el dolor del otro y comprenderlo sin juzgarlo, incluso sin pretender solucionarlo, sólo con ese sobrecogimiento que nos llega ante el Dolor con mayúsculas, ése que nos supera y nos deja desarmados y desamparados.

Necesitamos enseñar a nuestros niños y niñas esa compasión y también a pedir ayuda. Cuántas veces nos mandaron a defendernos solos de titanes, de monstruos aterradores y otras fieras varias y qué angustioso sentir lo imposible que era salir indemne cuando el otro era mayor, más fuerte, más poderoso o lo queríamos más.

Y reforzar esa costumbre que tanto cuesta de ser pesados a la hora de expresar a quienes amas que los amas, para que puedan no sólo saberlo sino sentirlo, despertarse y acostarse fluyendo en esa certeza: la de ser elegido, y amado y cuidado.

De todo eso y de mucho más he hablado largo esta semana. He presentado en Zaragoza y Palma mi último libro «Un mapa del mundo afectivo: el viaje de la violencia al buen trato» rodeada de gente amada con la que conversé y de la que escuché cosas hermosas y de mucha otra gente desconocida e increíble que me lee sin conocerme o después de escucharme en una charla o en una conferencia, y luego compra mis libros y se acerca a que se los firme, haciéndome un regalo increíble. He impartido dos conferencias a más de doscientas personas y he impartido un curso a cuarenta y cinco educadores infantiles, además de entrevistas en la radio y la prensa.

Ha sido una semana agotadora pero llena de cuidados. Un tiempo de esos preciosos que hay en mi vida en el que tienes ocasiones diversas para palpar el sentido de lo que haces, lo que puedes ayudar a la gente, y recordar por qué elegiste esta vida y tus opciones de vida.

Lo irónico es que todo eso ha pasado en un momento de crisis personal como madre. Unos días en los que hay un pensamiento que sigue presente: tengo que hacerlo mejor. Una crisis no en general sino por el ajuste de mi hijo en el paso a primaria. Un problema muy habitual que se vuelve a ratos tarea de titanes, sobre todo cuando afrontas los deberes a diario e intentas lograr un equilibrio casi imposible. Un problema que me confronta con mi dificultad para manejar mi impotencia, mi falta de recursos ante algunas situaciones, mi miedo y mi desazón. Mi necesidad de acelerar los tiempos de mi hijo, mi dificultad para trabajar de la mano de un sistema educativo que no ha sido diseñado para adaptarse a sus ritmos sino para enseñarle a él a adaptarse al fijado de antemano, como una linea rasa, una tabla rasa y un nivel al que llegar. Y lo dificil que es encontrar un equilibrio entre trabajar de la mano de la buena gente que encuentras en ese sistema, y mostrarle a él la realidad tal cual es, obligarle a integrarse y al mismo tiempo no permitir que se sienta pequeño, indefenso, falible o lo que es aún peor, algo así como una persona que trae algún «defecto de fábrica».

Voy a copiar tal cual una conversación con mi hijo del miércoles por la mañana, entre un viaje y otro, llevándole al cole. Una conversación que creo que nunca debería de haber sido necesaria, pero que explica lo frágiles que somos y lo necesario de todo lo dicho al comienzo de este post:
– Mamá, ¿tú conoces a algún niño que lo haga todo bien?
-No, cariño, eso no existe, no hay ningún niño ni ningún adulto que lo haga todo bien.
-Sí, Carlos (uno de los niños más brillantes de su clase).
-No, cariño, tú conoces a Carlos en clase pero no sabes cómo es el resto del día y que haga bien unas cosas no significa que las haga bien todas. Además, ¿sabes qué?
– ¿Qué?
– Que a mí me da igual lo que haga Carlos, que a mí tú me pareces maravilloso tal cual eres, con todas las cosas que haces bien, las que haces regular y las que haces mal. Porque te quiero y no imagino ningún niño más increíble para mí que tú… Además, yo aprendo constantemente cosas de ti y tienes un montón de cosas que sabes hacer que ya me gustaría a mí saber hacer como tú.
-¿Como cuáles?
– Saltar a los árboles, silbar, hacer amigos con esa facilidad..
-…y mi buena memoria
-Efectivamente, esa memoria de gigante que tienes que te acuerdas de cosas de los animales que yo soy incapaz de memorizar…
-Te quiero, mamá
-Y yo a ti, cariño, con toda mi alma.

No tengo respuestas. No lo sé. Sé que el sistema está enfermo. Y que mi hijo, en parte por sus características y en parte por las del sistema, no acaba de ajustarse a él. Y no sé si estoy tomando las decisiones adecuadas, porque no acabo de tener claro qué es lo mejor que debo hacer como madre. Sólo sé que me acuesto por las noches pensando: «tengo que hacerlo mejor». No es que piense «puedo hacerlo mejor» ni «quiero hacerlo mejor» sino «tengo que hacerlo mejor». Porque de verdad siento que el amor está en cada detalle, que el alma y la sensibilidad de mi hijo y de todos los niños y niñas son frágiles. Y que se lo debo. Le debo hacerlo mejor.

Escribo todo esto por honestidad, y por si alguna madre o padre por ahí me entiende. Y leyendo esto se siente algo menos solo 🙂 como me ha pasado a mí al escribirlo ;-). Así lo espero.

Pepa

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Natalia y su poesía

La vida es extraña, y a veces las palabras y las emociones no surgen en días, pero otras veces como esta semana llegan a borbotones.

Acabo de descubrir otro de esos blogs que me sale del alma difundir desde aquí. Algunos de los blogs a los que les he dedicado una entrada hasta ahora, como el de Principia Marsupia o el de Kurioso los incluí por la curiosidad e inteligencia que hallé en sus textos.

En el de hoy he encontrado poesía. Y magia. Y luz.

Empezando por su nombre: «Puntos suspendidos«.

Siguiendo por videos como éste, que para mí al menos es como una de esas grandes historias de amor de las películas ;-). Juzgad vosotros mismos:

Por no mencionar que ha sido encontrar un espacio donde están algunos de mis referentes literarios principales: Benedetti, Gonzalez, Gabo…Referentes no sólo de escritores, sino de vivencias.

Pero, sobre todo, reconozco que me han emocionado los poemas que hay en el blog y los textos para su padre. Ella habla de algo que nunca antes vi escrito y que para mí encierra una de las vivencias más radicales de mi vida: el azul de los cielos de las tardes de hospital. Ese azul encierra muchas cosas para mí.

Recuerdo mirar el cielo a través de la ventana del hospital, hace ya muchos años cuando estuve ingresada y pensar «la vida está ahí fuera, y yo aquí dentro, fuera de la vida, y yo quiero volver a ella». Tuve suerte porque volví.

Recuerdo escuchar la música de los violoncellos de Bach mientras aferraba la mano de mi madre, y años después la de mi padre, mientras ellos encontraban el camino a su otra vida. Y mirar por la ventana, y sentir el azul paralizado. Y salir a la calle y esa herida cruel de la vida que no se para cuando tu corazón sí lo ha hecho, y tu vida con él.

Recuerdo el azul del mar que vi al aterrizar en la isla donde uno de mis mejores amigos, una de esas almas gemelas que la vida te regala, luchaba por volver a la vida tras un ictus cerebral. El mismo ictus que a los pocos meses se llevó por delante a otro amigo mío con la misma edad, 28 años.

Nati habla de los ictus, y los hospitales, y la reconquista a dentelladas de la vida, y las sillas de ruedas y los teléfonos y las carreteras de ida y vuelta…y tanto y tanto y tanto…Cosas de la vida, la he leído el mismo día que he desayunado con ese amigo que venció la batalla y que sigue paladeando su segunda vida.

Pero no habla sólo de eso. Habla de Etiopía, de Palestina, del lenguaje sin palabras, del amor…

Lo más curioso es que Nati, la autora del blog, y yo trabajamos en la misma organización, en Save the Children, durante años. Ella sigue allí de hecho. Y hasta hace muy poco, hasta los milagros del twiter 😉 yo sólo conocía de ella su trabajo y unas cuantas sonrisas cómplices. ¡Cuánto pasillo desaprovechado!

Espero que leer «Puntos suspendidos» os regale una mínima parte de lo que me han dado a mí estas horas devorando sus textos. He entrado a ver una de sus entradas y ya no he podido soltar el blog hasta leerlas todas.

Gracias de corazón, Nati.
Pepa

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Contar nuestra dignidad

No soy periodista, pero creo que es obligado ver este documental «Oxígeno para vivir» realizado por TVE en homenaje a Enrique Meneses, recientemente fallecido.

Obligado porque no habla sólo de una forma de ejercer el periodismo, que también, ni sólo de una forma de vivir y de estar (y de irse), que por supuesto. ¡Cómo me recuerda Enrique en cierto modo a mi padre, a pesar de que defendieron ideas tan radicalmente contrarias!. Y cuánto se echa de menos gentes públicas de ese nivel.

Pero lo recomiendo sobre todo por dos motivos. Porque es un viaje por nuestra vida. El primer reportaje de Meneses es de 1947 y habla de episodios y guerras que han formado parte de nuestras vidas. Y porque habla de su dignidad, que acaba siendo en cierto modo nuestra dignidad, la de todos, la de nuestra sociedad, la que nos hace humanos. Ese bien preciado y extraño que se pone en juego a dentelladas muchas más veces de las que queremos creer.

La conversación de Meneses con su hija es de una honestidad brutal, y da coherencia al documental. Trasmitir una forma de ver el mundo, la tuya, tan rica en matices y tan limitada y dolorosa en otros, y asumir las consecuencias. Por no hablar del arpa en la quimioterapia. O de la visita a Leguineche. O de tantos otros detalles…

Vedlo, y luego me decís.

Un abrazo,
Pepa

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Presentación de «Un mapa del mundo afectivo: el viaje de la violencia al buen trato» en Zaragoza el lunes 21 de Enero

Pues siguiendo con las buenas tradiciones y manteniendo los lazos con mis ancestros y mis presentes, os envío la información de la presentación de mi nuevo libro «Un mapa del mundo afectivo: el viaje de la violencia al buen trato» en Zaragoza. Será el lunes 21 de enero a las 20h. en el forum de la Fnac de Plaza España.

Presentar un libro en tu ciudad tiene siempre algo de especial. Me encantaría que viniérais. Prometo que la conversación con Daniel Gabarró será todo menos aburrida 😉 Y si queréis difundirlo, os lo agradecería.

Un abrazo,
Pepa

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Los cielos de Kenia

Si mi ventana pudiera hablar narraría una amalgama de sensaciones y emociones no por susurradas apenas, menos intensas. Hay vivencias que supone todo un reto reflejar en palabras. Pero siempre encuentro magia y sedimento en hacerlo.

Mi cuerpo acaba de aterrizar hace apenas unas horas de Nairobi. Mi hijo ya duerme, yo me siento a escribir, y mi alma sigue anclada a aquellos cielos. Porque todo el mundo habla de la luz de África. Y es real. Es una luz única, majestuosa. Pero para mí esa luz se plasmó desde el primer momento en sus cielos. Los cielos de Kenia, de mi Kenia. Éste va a ser un relato entretejido de cielos.

El cielo varía durante todo el día, te atrapa, te sorprende, se nubla, llueve, sale el sol…todo en una continuidad de formas omnipresentes. Al principio me sentía rara: kenia es hablar de animales, y sin embargo ¡yo me quedé prendada de sus cielos!

He aquí algunos de mis favoritos, retazos de un tejido de vida. Porque el viaje de estas navidades es uno de esos de una vez en la vida. Algo que cada minuto que vas viviendo eres consciente de no tener vuelta (nunca la tenemos, pero hay lugares e instantes en que esa certeza se vuelve nítida).

Pero también ha sido de una intensidad que parece norma en mi vida, y un salir del mundo de una manera radical. Entras en esas tierras y el tiempo se para, y si te dejas, entras en comunión con la Vida con mayúsculas. Me recordó muchísimo a dos lugares en los que yo he sentido eso, aunque fuera con paisajes muy diferentes: la patagonia argentina, y los parques nacionales de Colorado. Dos lugares donde comprendes el concepto de inmensidad. En Kenia también. Y algo en su luz, en esa magia, me recordó mucho también al mediterráneo, a mis amadas baleares, a esa sensación de tiempo detenido, de conexión con tu parte animal.

Están los amaneceres, en los que te levantas para buscar animales en esa primera hora en que parecen salir más fácilmente a cazar, a pasear…que hasta eso nos contaban que les estamos cambiando los humanos, que de tanto safari y turismo están empezando a salir a cazar almediodía, en las horas de máximo calor. En un momento determinado, nos encontramos diez camionetas de turismo rodeando a un guepardo que acechaba a una mandada de impalas. Y el guepardo madre y su hijo nos miraban como diciendo:» me estáis fastidiando la comida» 😉

Esos amaneceres donde sientes que tu cuerpo va vibrando cada vez más acorde con la naturaleza. Siempre he creído que hemos olvidado nuestra parte animal, que ponemos tanto empeño en «llamarnos» humanos, en diferenciarnos de los animales que no incorporamos a nuestras vidas esa parte corporal, la que te llega cuando el sol calienta tu cuerpo, o cuando bailas, o cuando haces el amor. Es una parte de nosotros que nos ancla a la vida y al gozo.

Pero como en todo buen viaje, hay tormentas. En el nuestro llovió mucho, por suerte casi siempre de noche. Y eso me permitió recuperar las memorias patagónicas por el temor a la conducción de los caminos de barro. Nunca había vuelto a ir por caminos como los de aquel viaje y comprobé que la memoria de aquel accidente seguía vida dentro de mí. Pero tuvimos también tiempo de comprobar que lo más peligroso de Kenia no son sus baches en los caminos de tierra, ni el barro, porque la solidaridad es inmediata y todo el mundo se baja para ayudarte a sacar el coche del barro, aunque eso les suponga pringarse enteros. Lo más peligroso son las carreteras. La conducción en Kenia es una auténtica locura. Si alguien piensa viajar allí y puede permitirselo, que haga los trayectos en avión. La pista de aterrizaje en el masai mara, por ejemplo, es como un sueño, como en la peli de Memorias de África. Por cierto! caminamos por la pista de aterrizaje de esa peli, que en realidad está en un lugar fascinante llamado Crescent Island, en el Lago de Naivasha, para mí quizá mi lugar elegido de este viaje, porque conserva la posibilidad de caminar entre los animales, de acercarte a palmos de jirafas, cebras, ñus o impalas y mirarte con ellos, pero no desde un coche sino caminando. Es un lugar mágico y ahi aterrizaba y despegaba la avioneta de Robert Reford, recordáis? 😉 ¡La magia del cine!

Pero pudimos catar la peligrosidad de las carreteras con un accidente de coche en Nairobi que convirtió nuestro día de Navidad en un día de descanso para recuperarnos del susto. Y es que además, las cosas de kenia, le siguió la explosión del trasformador electrico de la calle donde viviamos, que nos hizo saltar del susto y comprobar los «tiempos keniatas» para recuperar la electricidad 😉 Fue un camión el que se nos llevó por delante y sólo la pericia de mi amiga que nos alojaba y que lleva conduciendo seis años en ese país nos permitió a todos (ibamos siete personas dentro) salir indemnes. Tan sólo asustados y el coche, un fantástico todo terreno, bastante tocado.

Y hubo más tormentas. La compañía con la que contratamos el safari resultó ser de las que se saltan las reglas. Dejo aquí su web por si a alguien se le ocurre la tentación de contratar el safari con ellos. La experiencia del safari fue increíble, pero no por ellos precisamente. Nos cambiaron el orden del viaje sin siquiera informarnos, nos metieron a ocho personas enlatadas en una van..detalles de ese tipo. Pero lo peor fue que no pagaron las entradas a Masai Mara con lo cual al salir, para mala suerte del conductor que había sabido entrar al parque sin pasar el control, nos encontramos con los rangers, encargados del cuidado de los parques nacionales en Kenia. Y para librarse de la multa, emprendió una huida con nosotros dentro de la camioneta (prometo que porque lo he vivido, si no, creería que me están contando una pelicula) a toda velocidad en la que sólo nuestros ángeles nos permitieron salir intactos, además de nueve horas de viaje (en vez de las tres que correspondían hasta el lago nakuru) para que los rangers no pudieran localizarle. Lo único es que gracias a él conocimos la kenia profunda, la de fuera del turismo. Y la experiencia nos dejó sin palabras. Campos inmensos de té con gente con cestas recogiendolo, chabolas de hojalata y casas prefabricadas para los trabajadores en el mejor de los casos, y unas condiciones higiénicas comunes a los países de la zona. En la única parada  que hicimos en nueve horas comimos sólo plátanos. Así que fíense de mí y no contraten el safari con ellos. Van un par de cielos de tormentas en honor a la compañía y a las carreteras de kenia 😉

Pero me guardo lo mejor para el final. Y lo mejor es cuando el cielo se refleja en la tierra. Sea en el lago Naivahsa

o en el Lago Nakuru.

Cuando el cielo refleja la maravilla de lo que conocimos y vivimos. El amor de mis amigos. El viaje a Kenia fue porque ibamos a estar con una de las que yo llamo «mis amigas internacionales». Esos regalos que me han dado los viajes por el mundo en forma de personas (reconozco que en su mayoría mujeres) con una apertura de mente, una inteligencia (además de capacidad profesional) y una generosidad que sólo la da el haber vivido en diferentes culturas, países y lugares. Eso te enseña una forma de estar en el mundo, en la que las posturas cerradas y dogmáticas no caben, donde tienes que aprender a sacar recursos de donde no los tienes ante situaciones inesperadas que afrontas a diario, y que son distintas de tus referentes culturales y personales, y donde la generosidad es parte de tu vida. Abres tu casa, das lo que tengas, habitaciones o sofás o lo que sea, a quien llega porque sabes el valor que tiene que te inviten a un hogar, que te abran las puertas de una familia…son aprendizajes que te transforman.

Estas mujeres son mis mujeres increíbles ;-), íbamos a casa de una de ellas, Denisse, y aunque estaba segura del amor que íbamos a encontrar, nunca dejará de sorprenderme. Su increíble generosidad al acogernos y cuidarnos. Las comidas de Sydney, hechas con tanto cariño. Cada pequeño detalle de Denisse, su esfuerzo por estar pendiente de cada cosa que nos pudiera hacer felices. El viaje que prepararon Mali y Patrick…

Pero hubo algo que me pilló completamente por sorpresa y que forma parte de mi vivencia de Kenia: la increíble ternura que todos y cada uno de los keniatas que conocimos demostraron hacia mi hijo. Quien no le columpió, le subió a corderetas, quien no como mínimo le chocaba las manos o le acariciaba la cabeza. Cada camarero, las personas en la calle…todos. Nunca había estado en un lugar donde la ternura fluyera de ese modo. Y no sólo con él, con los niños y niñas en general. Me guardo para siempre a Ibrahim, que sin hablar una sola palabra de español, con el poco inglés de mi hijo y la comunicación universal de las almas construyó una cabaña con él y bailaron juntos mientras nosotros veíamos el atardecer y reíamos tomando algo al acabar una de las excursiones, en las que por cierto la altura y mi mala forma física me pasaron factura. Menos mal que fue sólo esa vez, porque la debilidad física saca lo peor de mí 😉 Pero ver a Ibrahim con mi hijo fue algo que me hizo llorar.

Porque la generosidad que hemos conocido en este viaje no fue sólo la de quienes me querían, sino la de desconocidos como los vecinos de mis amigos, una pareja americana con dos niños y una niña literalmente recién nacida que acogieron a José en su casa todas las tardes que estuvimos allí para que él pudiera jugar con otros niños. El abrazo de Oliver, su hijo pequeño, y José, cuando nos ibamos, lo guardo como una imagen imposible de olvidar. Y mi hijo llorando en el taxi al aeropuerto diciendo que estaba triste, que no se quería ir, que la casa de Denisse le gustaba mucho, que Oliver era su amigo y que quería quedarse en «aquél sitio tan bonito».

Y fue ese cariño, no fueron los animales. Porque ése fue otro aprendizaje: un safari no es un viaje para niños pequeños. Son demasiadas horas de coche seguidas. Al final en Amboselli, tuve que quedarme con mi hijo en el hotel sólo para pasar un día sin subir en un coche porque ya no podía más. Y él es un enamorado absoluto de los animales, los primeros tres días los disfrutó como un loco, pero una semana de safari fue demasiado. Él sólo decía: «quiero volver a casa de Denisse» En nuestro viaje faltaron niños para jugar y sobraron horas de coche. Aprendizaje apuntado. Por eso a él lo que más le gustó fue el primer fin de semana, porque fuimos con Paul, el niño de Mali y Patrick y porque caminamos entre animales, no desde un coche. Así que Oliver y Paul son ya parte de nuestro corcho de afectos y Denisse y Sydney se han ganado un trocito en el corazón de mi hijo y mi sobrino. Mi sobrino, por cierto, que impactó a todo el mundo por algo que su madre y yo ya sabíamos pero que se nos cae la baba al constatar una y otra vez: su extraordinaria sensibilidad a sus 17 años. El modo que se incorporó al mundo de adultos, al mismo tiempo que fortalecía un precioso vínculo con su primo al que soportó estoicamente ;-).

Así que acabo con esos cielos en la tierra mi relato. Y no crean que no hemos visto animales. Claro que sí. Increíbles, sobre todo verlos en su hábitat. Los elegidos por los cuatro viajantes como favoritos fueron: las jirafas, los rinocerontes, los guepardos y los cocodrilos y lagartos. Vimos unos lagartos rosas y azules fascinantes! Por eso, y en honor a mi hijo, voy a acabar este relato con una foto de ellos, porque seguro que nadie pone una foto de lagartos en la publicidad de un safari por Kenia, pero son apasionantes 😉 Y por cierto, hablando de animales, impresionante los burros en Kenia. ¡Está lleno de burros!

Éste ha sido uno de esos viajes que se hacen una vez en la vida. Y que te transforman como persona. La sensación de salir del mundo fue total. El tiempo se detuvo. Y ahora toca volver a casa.

Pepa

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Hoy y mañana, los mismos deseos

Hoy escucho como mi hijo se resiste a dejarse vencer por el sueño mientras me siento a escribir. Mañana nos vamos a Kenia los dos. Un sueño con todas sus letras: s(sereno) u(único) e(emocionante) ñ(entrañable) o(ofrenda). La siento en cierto modo como mi primera vez en África, aunque haya estado en Marruecos y en Sudáfrica.

Todas las navidades fuera de nuestros hogares madrileños y zaragozanos, las primeras. Pero, ¡qué paradoja! más dentro de nosotros que nunca. Y acompañados por parte de nuestra alma.

Y los tiempos que se conjugan en mi vida: un tiempo de búsqueda que toca a su fin, un tiempo presente de consciencia y amor y un tiempo de espera que comenzó hace ya un tiempo. Una espera llena de gozo.

Y la rabia que se fue, la paz que se adentró. «Ese amor que me salvó haciéndome frágil y un fiarse para saltar sobre el vacío elegido»

Creo que no habrá palabras en unos días, pero prometo relato después. Aunque sé que los viajes son iniciáticos (sabes como sales, pero no como vuelves). Y éste más. Un antes y un después. Intuyo que volveré cambiada. Por no hablar del privilegio de poderle ofrecer esto a mi hijo con 6 años.

Mientras tanto, a quienes me leéis os envío un abrazo cálido. Y para el nuevo año, sigo deseando lo mismo una y otra vez. Para todos y cada uno de vosotros, para mí misma, que elijamos siempre la alegría y no la tristeza, el valor y no el miedo, el amor y no la indiferencia. Porque hace falta elegirlos. Como opciones conscientes que van dando forma a nuestras vidas cada día. Hay que atesorarlos y paladearlos en cada paso del uno al diez, como decía Juan Diego Botto en «Un trozo invisible de este mundo» (¡qué regalo para este año!).

Y una última palabra: gracias. Gracias por estar ahí, por leerme, por seguirme, por sentir que lo que digo tiene sentido y con ese sentimiento dar sentido a lo que escribo. Gracias de corazón.

Os deseo una alegre navidad, valiente año, amoroso todo.

Pepa

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Uno, dos, tres…casa

Es el título de un corto realizado por Iciar Bollaín sobre el trabajo de Aldeas Infantiles. Pero es mucho más. Son las entrevistas a los chicos y chicas. Es una lección de vida. Y de amor.

Emocionante. Sobrecogedor.»Si no hubiera estado en Aldeas, podría ser malo..estaría muerto…no sé».. «Una oportuniad de ser algo viniendo de un mundo en el que no podrías ser mucho..o nada»..

Un regalo. Ahi os va. Escuchadles, por favor, escuchadles. Son nueve minutos.

Gracias, Iciar, por darles voz. Gracias, Aldeas, por vuestro trabajo.

Un abrazo,

Pepa

Nacho de la Mata y Lourdes Reyzábal

Hace poco tiempo que me he incorporado al mundo de twiter (para los que queráis saber de mí allí @pepahorno, no tengo pérdida) y reenvié ayer por esa via un artículo de El País, pero no me resisto a enviar este artículo también a través de la web.

Ahi va: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/12/13/actualidad/1355422156_864088.html. Es una entrevista a Lourdes Reyzábal, presidenta de la Fundación Raíces y mujer del abogado Nacho de la Mata, fallecido en septiembre y en cuyo honor el Colegio de Abogados ha creado un premio de derechos humanos que lleva su nombre.

Difundo la entrevista por varios motivos que cito sin extenderme:

1. Porque para quienes no los conozcáis Nacho de la Mata, fallecido en septiembre, y su mujer Lourdes Reyzabal, son un ejemplo de lo que el mundo podría ser (no me atrevo a escribir «debería ser»), y no sólo en lo profesional, sino en lo personal. Yo nunca tuve relación personal con ellos, pero los conocí en la época en la que trabajaba en Save the Children.

Por un lado por el trabajo sobre menores extranjeros no acompañados tan increíble que hicieron y al que llegué a través de Almudena Escorial. Especialmente las sentencias que logró Nacho como abogado y que supusieron el reconocimiento de los derechos de los menores extranjeros no acompañados y la paralización de varias de las repatriaciones abusivas que se realizaron entonces. Estas sentencias sentaron el precedente para todas las reformas legales posteriores que ha habido sobre el tema.

Y por el otro por su lucha en favor de la parroquia de San Carlos Borromeo. Compartí con ellos esa lucha, aunque con una implicación mínima comparada con la suya. Compartí el sueño de ese otro mundo posible del que habla Lourdes en este texto fantástico, que os dejo también como lectura recomendada. Su final dice nada más y nada menos: «..en la esperanza de que otro mundo sea posible y con la certeza de que otra iglesia es posible…»

2. Por el modo en que está escrito el artículo, en el que se habla de Lourdes y su trabajo, del Nacho abogado, del Nacho persona, pero sobre todo del amor de Nacho y Lourdes. ¡Qué historia de amor! Una de esas que preserva mi alma del desaliento.

3. Y porque si queréis daros cuenta de parte del horror en el que vivimos, el que estamos gestando y promoviendo todavía más si cabe en este país loco nuestro (país, estado…lo que quiera cada uno) no tenéis más que bajar a la sección de comentarios a ese artículo. Espero que enmudezcáis del espanto. Es lo que me ha pasado a mí.

Gracias a Nacho y a Lourdes, y a todos los que, igual que ellos, nunca dejáis de creer.
Pepa

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Seguiremos

Pues por mí no quedará. Hacia tiempo que no veía un video tan legítimo y alegre al mismo tiempo.

Cada vez que alguien vea el video, 5 céntimos irán destinados a la planta de oncología infantil del Hospital de Sant Joan de Deu en Barcelona. Por cierto, uno de los pocos hospitales además que tiene una unidad de atención en condiciones para los niños y niñas víctimas de abuso sexual y otras formas de malos tratos infantiles.

Ahi va, como un rayo de luz hoy. Y me quedo con la última frase: «Hoy sabemos que lo importante es soñar».

Pepa

Pd. El video de la presentación del libro del otro día está pendiente, pero llegará. Lo prometido es deuda, y con él, el relato de la misma. Fue una tarde única.

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Kurioso.es

Directamente en el título del post. Así os recomiendo mi último descubrimiento en la web. No soy nada rápida. LLeva funcionando desde el 2008 y tiene ya millones de visitas. Pero en fin, más vale tarde que nunca. Qué regalo!

Está lleno de historias. Historias de vida y superación. Historias espeluznantes. Historias de supervivencia. Historias polémicas. Historias únicas. Historias, historias, historias…

Ésta es mi segunda noche leyéndolo. Y siento el mismo gozo que cuando encuentro una buena novela. Cada historia que cuenta daría para hablar horas sobre ella, y encontrarlas todas juntas y documentadas…lo dicho, un regalo.

Gracias, Kurioso.

Pepa

Pd. Los que andáis por los madriles, ¿Verdad que vendréis el martes? 😉 Ya sabéis: martes 4 de diciembre, librería Tipos Infames, en Tribunal, a las 20h.

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