Pepa Horno Goicoechea

Pepa Horno Goicoechea

caminar hacia mi piel

Caminar hacia mi piel está significando para mí…

…elegir el camino que la vida trazó para mí,
saltar el vacío pertrechada tan sólo de fe,
acompasar tus pasos en un baile intuido
del que todos formamos parte,
llegar al alma de otro a través de sus caricias,
y percibir su energía sin llegar a tocarla,
no caminar los pasos de otros ni por otros,
sentir que tal cual eres, tal cual estás, estás bien
y que al final, en el fondo, el único puente es el amor…

Es mi forma de dar las gracias: a mi hijo por ponerme en camino, mi homenaje a Rolando Toro el día de su muerte por el bien que la biodanza ha traído a mi vida, pocas vidas dejan un legado igual, a Joan y Gerardo por sumergirme en mi propia constelación, a mis compañeros de camino en nochevieja y a Nacho por enseñarme la luz del universo.

Diferentes caminos, pero todos llevan a la piel.
Pepa

tiempos del alma

Lo dicen los que saben de energías, de almas y otros varios 🙂 el tiempo del alma es más lento, sosegado que el del cuerpo y mucho más que el del mundo que hemos creado, pero hasta ahora pocas veces lo había experiementado con tanta nitidez.

Sabía de la memoria del alma, esa la conozco desde niña. Las huellas y los relatos que nuestra alma cuenta a nuestro corazón y que son las que nos hacen elegir y amar, optar y acercarnos o salir huyendo incluso, sin que sepamos muy bien por qué, pero sintiendo que nos lo pide la piel.

Sabía del cansancio del alma, también hace mucho. Esa sensación de correr y no llegar, de que la vida pesa demasiado sobre tus hombros, de las melancolias que forman parte de ti, los huecos y vacíos por los que corre el viento frío a ratos.

Sabía que las heridas de alma tardan una vida en curar, si es que curan, y los amores de alma, aunque duren horas, días o semanas, permanecen hasta el último aliento.

Lo que no sabía es que en vez de vivir dejando atrás tu alma se puede vivir con ella a flor de piel, con plena consciencia de cada detalle desde tu despertar: de la voz de tu hijo llamándote desde su cama, del frío en los pies al salir de la tuya, del calor y el olor que desprende su pequeño cuerpo al abrazarle y cobijarle para que despierte del todo, del placer de caminar al cole cantando juntos en vez de abrazarse fuerte y rápido para llegar a tiempo al resto de la vida o ese segundo café ya sentada al ordenador y mirando por tu ventana o tantas otras cosas.

Como cuando acaricias otro cuerpo haciendo el amor. Sólo que esta vez es el tuyo, y apenas lo reconoces, y cuando acercas tu mano, poco a poco, respirando profundo, allí, a unos centímetros de tu piel está tu alma aterida. Y cuando la sientes entrar en calor, es como si una nueva luz hubiera entrado de lleno en tu casa. Y sonríes. No puedes parar de sonreír.

in the light of love

He aquí la melodía de mi largo y conmovido agradecimiento a este comienzo de año.

La melodía que me recordará siempre que la vida te da lo que necesitas, no lo que quieres.

Fiarse de la vida y dejarse en ella es el único camino. El único al menos que conozco ya.

Pepa

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punto y aparte

Hay momentos clave en la vida, instantes en que decides y marcas un futuro, momentos que, de tan imaginados, parece imposible que lleguen a ser reales, como mi marcha de save, y otros que son tan reales que no puedes imaginar siquiera que no ocurrieran, como la llegada de mi hijo.

Esta semana que empieza es mi última semana trabajando en Save the Children cuando se cumplen justo once años de mi llegada a la organización. El último mes lo he vivido metida en una vorágine que me permitiera cerrar bien esta etapa y construir al mismo tiempo un futuro que tomó la forma de una espiral una vez más (www.espiralesci.es) y esta semana tengo todavía varios actos públicos que me van a hacer correr hasta el último minuto.

Para mí es una secuencia lógica la de esta espiral, es seguir trabajando en aquello que sé y por lo que he dado mi vida profesional, pero hacerlo desde otra mirada y otro lugar.

He dado lo mejor de mí y he recibido regalos que ni siquiera pude imaginar cuando dije sí a la oferta de coordinar la campaña «Educa, no pegues».

Pienso el trabajo para la erradicación del castigo físico a los niños y niñas en las familias: la reforma legal en España, en los talleres desde los pueblos más pequeños de España hasta el otro lado del mundo, en el Estudio de Naciones Unidas sobre violencia contra la infancia. Pienso en el trabajo de prevención del abuso sexual infantil, la formación de profesionales, la elaboración de protocolos de actuación en todos los ámbitos, las reformas legales realizadas en España sobre ponografía infantil, trata de menores, delitos contra la libertad sexual, las medidas de protección de los menores víctimas o testigos de un delito en el procedimiento judicial. Pienso en la investigación sobre la atención a los niños y niñas víctimas de violencia de género, la formación y la sensibilización para visibilizarlos como víctimas de esa violencia. Pienso en las mil entrevistas en medios de comunicación, los informes, las ponencias, los viajes con mil escalas para exprimir los recursos y el tiempo, los congresos, las reuniones, los grupos de trabajo técnicos y políticos…y al final creo que son batallas que valen una vida profesional.

Recuerdo a todas las personas que me dieron la primera oportunidad, que confiaron en mí, y a las que me abrieron su corazón. He conocido a personas que me han enseñado otra forma de mirar el mundo a través de sus ojos, gentes en los talleres y fuera de ellos en todo el mundo que me abrieron su corazón y compartieron conmigo experiencias de dolor difícilmente narrables. Sus rostros y sus relatos siguen siendo mi mejor argumento. Y recuerdo a las que me retaron, me obligaron a ser mejor profesional, a reconocer mis errores y aprender de ellos, a justificar mejor mis posturas y a trabajar en equipo.

He visto cómo la valía profesional y la honestidad personal han de ir necesariamente unidas para producir cambios significativos y perdurables. He comprendido que la política forma parte de todos y cada uno de los niveles de nuestro quehacer diario y que un buen político, en el sentido de una persona con visión, humildad y legitimidad, no tiene precio y cambia el mundo, muchos pequeños mundos que hacen nuestro mundo.

He aprendido que los caminos son siempre demasiado largos, sobre todo cuando debes hacerlos compatibles con la impotencia ante el sufrimiento de la gente y que los cambios reales llegan siempre a través del corazón y después de muchos desiertos, llegan casi ya inesperados. Ahora sé que lo que una cree el final de un proceso no es sino un paso de otro mucho más ambicioso, y que en el trabajo como en la vida, la valentía para dar un paso, la tenacidad para no desfallecer y la humildad para saber retirarse y reconocer los errores son imprescindibles.

Siento paz. He dado lo mejor de mí y creo profundamente en el sentido de lo que hacemos. Como me dijo alguien recientemente «tener la oportunidad de trabajar en algo que te gusta y en lo que crees es un privilegio, elegirlo es un acto de valentía». No tengo palabras para agradecer suficiente estos once años. Y con eso me quedo y empiezo mañana mi particular cuenta atrás hacia este punto y aparte vital y laboral. Lo demás es también aprendizaje vital impagable.

responsabilidad

Por si alguien duda de que tenemos parte de responsabilidad y debemos ser parte de las soluciones.

Mi enhorabuena abrumada a la Fundación Márgenes y Vínculos por este trabajo.

ser madre, saberse madre, sentirse madre

Hay muchas cosas que no se cuentan sobre la maternidad. Llegues como llegues a ella. Aspectos que forman parte del relato intuido, tejido generación a generación, desde el que vamos construyendo nuestra identidad. Algo así como un alma común, que sólo llegas a atisbar en momentos de luz, de apertura y de entrega.

Nadie me dijo que llevaba tiempo saberse madre, llevaba tiempo, horas, minutos, tardes de parque, lavadoras, purés y peluches llegar a saberse madre. Ni que ese tiempo adquiría otra dimensión, en la que esa ilusión efímera, porque tampoco es real pero funciona, que tenías antes de marcar el paso de tu vida se desvanece y entras en un tiempo que no es el tuyo, porque el tuyo murió y el nuestro aún no ha llegado. Ni que habría momentos en que deseabas parar el tiempo, y otros que pasara tan deprisa que no pudieras ni vivirlo. Tantas cosas…

Pero, sobre todo, no sabía que llegaría un momento donde las fronteras de mi ser no estarían en mi piel sino en la suya, en el que miraría mi vida a través de sus ojos, y la vería cargada de otros colores, de otros brillos y otras penumbras. No sabía que yo también nacería de nuevo.

ese tipo de amor

Me hago eco del artículo de Almudena Grandes de este domingo en El País Semanal. Adoro a esa mujer, es capaz de expresar lo que yo nunca sabré. Habla de una clase de amor que conozco y que es uno de los mayores regalos que he recibido. Merece lectura.

Palabras de amor
ALMUDENA GRANDES 11/10/2009

El ya sabía cómo iba a ser todo esto.

Ni siquiera en el último momento había dejado de cuidar de ella.
No pudo ocurrir así, era imposible y, sin embargo, ella no podía pensar en otra cosa mientras el tren la llevaba de vuelta a Madrid. Él ya sabía cómo iba a ser todo esto, ya había calculado el dolor, la forma y el tamaño de la herida antes de prever la inconcebible dulzura del momento más amargo. Y sabría también que eso nunca es verdad, que lo peor siempre empieza al día siguiente, y ni siquiera ese día exactamente, porque es peor el que viene detrás, y aún más el que le sigue, y el otro, y el otro… La muerte es un instante, aterrador, injusto, atroz, cruel, brevísimo. La memoria del amor es, a cambio, tan larga como la vida de los que sobreviven.

–Y te voy a decir una cosa: esto no se va a quedar así… –le había dicho ella a él tantas, tantas veces–. Ahora mismo voy a escribir un artículo, voy a escribir una carta, voy a llamar por teléfono…

–Claro, claro, pero ahora mismo no. Mejor, pasado mañana –le contestaba siempre–. Tú espérate hasta pasado mañana y, si sigues igual de cabreada, hacemos lo que tú quieras. Pero pasado mañana, ¿eh?

Él lo sabía todo, y que sus arrebatos de furia nunca duraban cuarenta y ocho horas. Ella, que había aprendido tanto de él, recordaba aquel aplomo en el tren que la devolvía a Madrid, y una vez más, entonces quizá más que nunca, le dolía haberle perdido. Porque él ya sabía cómo iba a ser todo aquello. Porque ni siquiera en el último momento había dejado de cuidar de ella, de los demás, de todos, de todo.

Había dejado una gran cantidad de instrucciones, órdenes, listas, protocolos, en notas escritas a mano, cuando aún podía ir a trabajar y cuando ya no podía levantarse de la cama. Palabras de amor. No me gustaría morirme en agosto, le había dicho a su oncólogo, porque le fastidiaría las vacaciones a todo el mundo. Tampoco me gustaría morirme antes que mi madre, porque le daría un disgusto enorme, a la pobre, así que mira a ver lo que puedes hacer… Murió el 21 de septiembre, cuando a todos les había dado tiempo a volver a casa, morenos y descansados, dos meses después de enterrar a su madre.

Ya hemos hablado de la ceremonia, le escribió a uno de sus hermanos, el que oficiaría de anfitrión en una despedida sin rezos y sin cruces. Así que ya sabes que me gustaría que hablaran este, ese y aquel, que sonara esto antes, durante y después, y que esto fuera así, y que aquello fuera asá… Cuando todo terminó, ella comprendió que también sabía quiénes estarían allí, cuánto sufrirían los que más le importaban, y que lo había hecho todo por ellos, para ellos. Y se sintió una vez más orgullosa de él al comprobar que, por salirse con la suya, había logrado que su funeral, estrictamente civil, fuera tan solemne, tan emocionante, tan conmovedor como la más suntuosa de las ceremonias religiosas.

No sufráis por mí porque he sido un hombre muy afortunado, con una vida privilegiada, y si me dieran la oportunidad de reencarnarme, escogería volver a ser yo, con algunas mejoras, eso sí… Cuando alguien pronunció en su nombre esa despedida, ella, que estaba desolada, sonrió, porque nunca habría podido imaginar un epitafio mejor para él. Y le admiró tanto en aquel instante, admiró tanto su manera de marcharse, de seguir siendo él mismo, entero y poderoso, fuerte, íntegro y elegante hasta en el momento de su muerte, que pensó que si la Parca existiera, si fuera de verdad una mujer, habría caído rendida entre sus brazos. Así encontró un extraño consuelo en su desconsuelo. No un alivio para su sufrimiento, sino la certeza de que era justo, de que merecía la pena sufrir aquel día, y el siguiente, y al otro, el resto de los días de su vida, por la ausencia de un hombre como él.

Después, algunos de los que estaban por allí, de los que habían ido por cumplir, hasta por cotillear, se la quedaron mirando con extrañeza. Ella se dio cuenta. ¿Y a ésta, qué le pasa?, parecían preguntarse, un poco asustados incluso, si no era su mujer, ni su amante, ni su hija, ni su hermana… Menos mal que, en condiciones aún menos propicias a la comprensión de los transeúntes, un escritor cubano de ojos azules estaba sollozando al mismo ritmo.

El amor, como todas las cosas raras y preciosas, es un asunto extraño. E inspirar amor verdadero, amor del bueno, cuando no existe lo que las convenciones definen como una historia de amor, cuando no hay vínculo familiar, relación sexual, ningún condicionante sentimental previo, sólo está al alcance de unos pocos seres extraordinarios, tan raros, tan preciosos como el propio amor.

Qué duro va a ser vivir sin ti, Toni, pensó ella al subirse a aquel tren. Y cuando se bajó, en Atocha, su vida era ya un poco más dura que al emprender aquel viaje.»

momentos

Hay momentos extraños y bellos en la vida que son los que anteceden a los supuestos momentos importantes de nuestra vida: un nacimiento, entregarse a otra persona o separarse de ella, un cambio de lugar o de trabajo…cada uno tiene sus momentos cumbre.

Y el tiempo que les antecede son esos momentos en los que todo se intuye, se imagina y se desea, pero en lo que también todo es aún posible. Ese vértigo que anida en el estómago, que eriza la piel y acelera el corazón porque no sabes hacia dónde vas, pero sí sabes que quieres y necesitas caminar hacia allí y no a ningún otro lugar.

Los momentos más importantes de mi vida quizá han sido esos en los que he tomado las decisiones, en los que he decidido saltar al vacío, no cuando ya lo he hecho. En esos momentos en los que la vida te da una extraña y diáfana perspectiva, la misma que pierdes cuando ya empieza la vivencia, cuando te ves inmersa en el curso de los acontecimientos.

Y es ahí, en esos momentos, cuando más cerca he estado de mi corazón, de mi ser y de esa mirada limpia que hace falta para ver el segundo registro de la vida. Luego la vida siempre ha ido más allá de lo que imaginé, sentí o intuí, en el salto y en la marabunta siempre descubrí cosas que ni había podido imaginar, pero apenas llego a vivirlas en plenitud, no tengo margen para mirarlas, sólo para sentirlas.

Supongo que es lo que muchos llaman oración, otros meditación…pero la lucidez que ese tiempo elegido y preservado me ha dado no ha habido nada que la iguale. Son los tiempos que anteceden a los cambios, que deciden y definen esos cambios, esos extraños momentos en los que eres consciente de que aunque aparentemente para los demás no pase nada, algo dentro de ti percibe la magia del cambio radical, el nudo de quien sabe que ya eres otra persona o que tu vida ya no volverá a ser la que conocías.

Porque no siempre esos momentos o cambios podemos decidirlos, a veces la vida los decide por nosotros, nos los impone, así que cuando podemos, cuando nos deja un cierto margen de decisión, hemos de hacerlo con la máxima consciencia y coherencia, sabiendo, entre otras cosas, que no hacer ya es una forma de hacer, que lo que no se entrega a otros se pierde, que lo que no se dice a tiempo resuena siempre dentro de nosotros, y que son sólo esas decisiones, las que pudimos tomar, las que nos dan paz o nos hacen sentir culpables.

Ojalá siempre fuera capaz de percibir esos momentos y lo que saben enseñarme. Como ahora.

creer

Lo escribí hace unos años, en una espiral que se parece al día de hoy, y siento la necesidad de recuperarlo:

ALGUNAS COSAS EN LAS QUE VOY APRENDIENDO A CREER

Creo en la penumbra de la vida, en el boceto que dibuja la experiencia vivida,
aquella en la que las palabras curan y hieren por igual,
y los silencios son difíciles y sentidos.

Creo que las almas se encuentran una y otra vez,
siendo una y distinta en cada encuentro,
construyendo en espirales el mañana,
y creo que el dolor vuelve reales nuestros sueños,
aunque siempre nos deja un margen para la huida.

Creo que sólo trascendiendo las imágenes se toca el alma amada,
esa misma que al entregarla, se pierde y se gana,
creo que nada es eterno pero nada se acaba,
que las cosas pequeñas hay que cuidarlas,
que siempre, mejor o peor, dejamos huella cuando se ama.

Creo en la espera, en la melancolíua que crece con las ausencias,
intuyo que no se añora lo que nunca se tuvo ¿o sí?
creo que el amor no es sólo pasión, sino elección y compromiso.

Creo que las normas a veces se comprenden al transgredirlas,
y el dolor de la herida al perdonarla,
creo en el precio y/o la gratuidad de lo vivido.

Creo en los puentes tendidos por el ser humano, doloridos y temblorosos, pero hermosos:
la música, el cine o el arte..
y también creo en todo lo que tenemos y nunca creamos:
el aire, la mar, el sol y los árboles…
todo elllo en un solo mundo.

Creo que la fe es un aliento, fiarse y dejarse,
Perder el control de casi todo salvo de nuestra libertad,
la misma que hace que participemos de la vida de los otros
y que las cosa imporantes de nuestra vida nos vengan dadas.

Creo en la sopresa, la risa, el asombro, el arrebato y el gozo,
en que todo lo que no se entrega se pierde,
y que son justo el gozo, el dolor, el amor,
el viaje en un tren cuyo destino ignoras,
el brillo del sol en las hojas de los árboles,
una caricia o un amanecer compartido
los que otorgan el sentido a cada día.

Creo, en definitiva, que merece la pena compartir también la alegría.

leer sus nombres

Desde mi pequeño lugar, quiero hacerme eco de este informe del que acabo de leer algo más de la mitad y he necesitado parar para escribir este post.

Es el Informe extraordinario del Ararteko sobre la atención institucional a las víctimas del terrorismo en Euskadi.
http://www.ararteko.net/s_p_9_final_Principal_Listado.jsp?seccion=s_fnot_d4_v1.jsp&contenido=4601&tipo=8&nivel=1400&layout=s_p_9_final_Principal_Listado.jsp&language=es

El Ararteko y su equipo son de esas gentes que te recuerdan que aún se puede decir la verdad, y sobre todo, determinadas verdades, aunque duelan, asumiendo las consecuencias y que la dignidad que tanto reclaman las víctimas hay alguna gente que la hace realidad.

Sé que es extenso, pero si tenéis un rato, leed las páginas de la 442 a la 448 del capítulo 8, y si tenéis algo más de tiempo, el capítulo 9 casi en su totalidad. Por no hablar de los datos sobre valores de los adolescentes en euskadi sobre terrorismo del capítulo 7, cuyo informe completo saldrá en septiembre.

Por no decir la sensación que se te queda ante las cifras: 16000 heridos por ETA, 40000 amenazados más los que se han ido de Euskadi más la lista de asesinados que es la última parte del informe, y que por un momento me ha recordado el listado que ves en Atocha en Madrid, o el que ves en el campo de expterminio de Phon Phen en Camboia. Listados y rostros de asesinados que piden como dicen las víctimas: dignidad, verdad, memoria, justicia y reparación.

No sé si seré ingenua, pero creo que leer sus nombres es también una forma de hacerles justicia.

Y copio un texto tal cual del informe, como podría escoger otros muchos de una carta al director escrita por una hija a su padre amenazado:

“Atte, gracias por enseñarme a ser valiente, en este pueblo en el que nos ha tocado vivir escondidos de los que intentan cortarnos las alas, el alma y el pensamiento. Por enseñarme que ante esta situación sólo hay sitio para el dolor, nunca para el odio, e intentar hacerme ver que el sufrimiento es cosa de todos, no sólo nuestro. Pude acabar detestando a este triste pueblo, porque en su nombre te han insultado, prometieron que acabarían contigo, te han llamado traidor, te secuestraron en tu propia casa sin poder salir si no es respaldado por dos sombras y han querido callarte (…) me has enseñado que no es él, este pueblo, quien nos ha hecho tanto daño, sino los que creen ser sus salvadores (…) porque para mí la solución al llamado conflicto vasco es que todos tuviéramos cerca a alguien como tú para enseñarnos a mirar, a razonar (…) y sobre todo a ser libres (…). Cuando te sientas ahogado, piensa en el orgullo que supone para mí luchar a tu lado contra todo esto (…). Por eso he pretendido convertir esta carta en un instante de libertad”

Ioana Etxezarreta, “Atte” (forma familiar de “aita”), en Cartas al Director, Diario Vasco, 10 de junio de 2008, p. 27.