Pepa Horno Goicoechea

Pepa Horno Goicoechea

Mi geografía en una carretera

Hoy he recorrido de nuevo, ida y vuelta, la carretera que une mis dos «yo», al menos los dos más importantes. Viajaba para abrazar a mi querido profe de geografía. Uno de esos educadores de voz firme y corazón tierno del que ser amiga te hace mejor persona.

Iba sola en el coche y la soledad de los viajes es un tipo distinto de soledad. Siempre me he asombrado del miedo que tiene mucha gente a viajar sola, cuando es justo entonces cuando la experiencia te cala con mayor fuerza y tu corazón se abre de par en par. Supongo que precisamente por eso lo temen. Y es que ocurre siempre, aunque como me pasaba hoy, hayas hecho el viaje cientos de veces.

Y no es una exageración. Hace veintiún años, septiembre de 1991, que me vine desde Zaragoza a vivir a Madrid. Y desde entonces habré recorrido esa carretera como mínimo una vez al mes, cuando no dos y tres, como me ha sucedido este mes. Veintiún años a una ida y vuelta por mes hace una media de quinientas cuatro veces. Las primeras. Porque no cuento las escapadas a cenar, a una fiesta, a dar un abrazo dolorido..mucho antes de que hubiera ave.

Así que en mi soledad venía pensado en el bálsamo que esos kilómetros han supuesto casi siempre para mí. De hecho, ahora con la velocidad del ave, tan maravillosa para otras cosas, en esto me resulta como despertarme en medio de un sueño maravilloso. Va tan rápido que no puedes deleitarte en el viaje. Casi no puedes ni leer el periódico y ya has llegado, como para sentir, pensar o elaborar!

Porque esa carretera..cada vez que la recorro me alejo de uno de mis «yo» para llegar al otro. A un lado, mi pasado que sigue vibrando como presente, incluso en sus ausencias. La ciudad de mi padre y en la que mi madre se enamoró. La ciudad de mi niñez y la de mis hermanos. La ciudad en la que están creciendo mis sobrinos. La ciudad de esos amigos cuyo abrazo no necesita palabra ninguna, porque estuvieron desde el principio, porque te conocen, han crecido en la misma burbuja que tú. Y en mi historia además, amigos que compartieron los peores dolores. Ellos compartieron el dolor de la enfermedad y muerte de mis padres en cada pequeño momento. Conocen mi historia. Pero sólo viven parcialmente o en relato mi presente. Por eso el viaje al mes, una opción consciente para que todo eso siga formando parte de mi presente, y del de mi hijo.

Y en el otro lado, mi presente. La ciudad de mi hijo. La ciudad donde me formé y crecí profesionalmente, donde creé mi hogar. La ciudad que amé y elegí, a pesar de sus precios diarios. La ciudad de mis otros amigos. Esos que conocen mi presente. La persona que he logrado llegar a ser y que me han ayudado en el día a día a llegar a ser. La ven en el día a día, y la comparten, y al mirarme en ellos me siento en mi lugar, en el lugar que quiero estar. Aunque tan sólo puedan intuir de donde vengo, la otra ciudad.

Y a esas geografías se unieron muchas otras. Y con esas otras geografías, llegó más gente amada. Pequeños pedazos de mí que sólo encuentro cuando veo un atardecer en mis illes Balears, o camino Barna, Toledo, París, Venecia o Londres. A veces te encuentras en tierras que sientes que fueron tuyas sin tú saberlo, porque lo fueron de tus ancestros. Como me sucede con Euskadi, la tierra de mis abuelos y mi madre, aunque sea ya de adulta, a través de ojos amados, cuando la estoy descubriendo. Me ocurre cuando ceno con mis amigos galegos, o cuando me baño en rincones escondidos del norte asturiano..y luego mucho más allá cuando camino por Buenos Aires o tomo un café en Bogota o viajo la Patagonia o siento los andes bolivianos, o a la orilla del mekong…

Viajar es un privilegio. Eso pensaba hoy. Pero también es un riesgo. Porque cuando sales de una ciudad, de la primera, de la segunda…de la que sea…sabes cómo sales pero no cómo regresarás. Sabes que la que regresa ya no puede ser la niña que se fue, o la mujer que se fue. Es diferente. Cuando sales de un lugar, dejas de ser de ese lugar pero tampoco eres ya de ningún otro, o pasas a pertenecer a ambos, a crear una especie de caleidoscopio de geografías, de esas que tanto le gustan a mi amigo el profe.

Porque una parte de ti se quedó en las esquinas de aquellas calles y en los abrazos de esos amigos. Pero cuando regresas, sabes que ése ya no es tu hogar. Tu hogar está junto a tu hijo, en vuestra casa que es la única que sientes ya como hogar, con esa red de amor. Pasaste, como tanta y tanta gente, de la ciudad de tus padres a la ciudad de tu hijo. Y ambas son tú. Y elegiste tu propio puerto al que volver.

Iba viendo avanzar los kilómetros y los pueblos, cada uno con una historia dentro de tu historia: la muela, la almunia, calatayud, medinacelli, alcolea, siguenza, guadalajara…o en el orden inverso, guadalajara, sigüenza…y pensaba que ya no puedo explicarme a mí misma si no es en esa carretera, y en muchas otras, y en las que están por venir, porque intuyo que habrá más.

Y entiendes a la gente que no quiere salir, o que elige volver para sentirse completo, completamente de unas calles y un lugar, como le pasaba a mi padre, y le pasa a mucha gente que amo. Pero no a mí. Yo ya no soy enteramente de ningún sitio, salvo de la mirada de la gente que amo. Estén donde estén. Es el único lugar en el que me reconozco. Y hoy he tenido miradas-hogar al salir y al llegar, y al salir de nuevo y al llegar de nuevo.

Pero no siempre fue fácil. No es sencillo no pertenecer a un lugar, cuando todos se empeñan en decirte que tienes que sentirte de ahí, cuando la gente te pregunta «Y tú, de dónde eres?». Cuando no te gusta lo que dejas, pero lo sientes como tuyo, o cuando te gusta tanto que partir se vuelve herida.

Y al final, ya casi a punto de mirarme en los ojos de mi hijo, sólo podía pensar en la suerte que tengo, porque mi carretera, al menos la principal, sólo tiene algo más de trescientos kilómetros. Y hasta un ave para cuando no quiera sentir ni pensar. Los hay que caminan miles de kilómetros para encontrar los ojos anhelados.

Pepa

Pd. La foto refleja una de las cosas que más me gusta del viaje de Madrid a Zaragoza: los cielos que se ven, y está fotografiado sobre uno de los paisajes que me parecen más impactantes de la carretera, los molinos de viento que hay en el municipio de La Muela. Y la he sacado de aqui

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El corazón que va transformándose

Agosto madrileño. A mitad de nuestras vacaciones.

Hemos pasado una semana en una Ibiza que a ratos parecía Benidorm pero casi siempre te demostraba por qué no era Benidorm: atardeceres impagables, casas inolvidables, cariños compartidos y peces acariciándote.

Y siempre esa luz de mis islas…mis islas…Y un cariño tras otro que me une a ellas. Esa unión que incluso cuando pareció romperse, parece empeñada en no romperse. Así que veo atardecer mientras escucho tambores, o veo atardecer en el silencio del bosque viendo a lo lejos el mar…y me siento rica.

Y aún tenemos por delante una gozosa ruta por el mediterráneo. La segunda parte de las vacaciones.

Y en medio de todo eso, la convivencia familiar que saca también tus monstruoncillos particulares (el diminutivo es porque quiero ser benévola conmigo ;-)) hasta días como el de hoy. Días en los que llega un amigo de tu hijo y se lo lleva a jugar a los suricatos y tú te quedas disfrutando de un café con su madre (gracias!). Un simple y bendito café, junto con un baño en la piscina. Y ellos corren, y saltan, y van descalzos y desnudos y ríen. Lo mejor de mi vida: la risa de mi hijo. Sobre todo, en uno de esos días que empezaron con más gritos que palabras y que acabaron llenos de caricias.

Porque sé, siento y palpo cada día ese hilo indescriptible que une nuestros corazones: el hilo entre una madre y un hijo.

Y llega la noche, y después de las caricias, me siento a trabajar porque también en vacaciones trabajas a ratos. Y entonces llega este video hasta mi gracias a este estupendo blog. Y es como si me volvieran a acariciar.

Felices vacaciones!
Pepa

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Yo soy…

Seguimos con los videos sorpresa, los regalos indescriptibles e inesperados, los destellos de vida y de lo que la llena de sentido. Seguimos…

Éste es el video premiado en el concurso «Dame un minuto de paz» al que he llegado gracias a Olalla García, que lo escogió para responder a la propuesta que Alberto nos hizo desde su blog de Principia Marsupia, del que ya os hablé. Gracias, Olalla. Gracias, Iban.

No sé si sabría decir quién soy. Y menos hacerlo en un minuto. Probablemente sería una sucesión de palabras, pero ¿cuántas palabras caben en un minuto?

Quizá fuera algo así como:

Mujer, madre, hija, hermana, tía, amiga…
una niña de corazón alado..
viajera, comunicadora, narradora y escritora…
conversadora sin límite…
alegre, valiente, tierna, brusca, consciente, vulnerable..
bendecida y superviviente..
adicta a la risa de mi hijo, a aprender constantemente, a los abrazos (darlos y recibirlos), a una mirada limpia, a un silencio arrobado y compartido, al mar y al bosque, a una chimenea y a los atardeceres, (sobre todo en el mar), a cantar mal y a bailar mejor (pero a hacer ambas cosas cada día), a despertar con los pies entrelazados, a los desayunos en general y sobre todo a los del domingo con zumo y periódico, y a las palabras conmovidas…
río y lloro, grito y callo, tiemblo y me fío, camino y espero…
y ante todo, me siento amada, privilegiada y agradecida…
porque es cierto: no soy, somos.

Sería eso y mucho más. Además, Iban lo hace mucho mejor que yo ;-). Pero quería al menos intentarlo :-).
Pepa

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Dentro de veinte años

No me importa que el motivo sea publicitario. Es una de las campañas más sorprendentes que veo en tiempos, al menos a mí me ha cautivado. Y algunas de las cosas que dice…ufff…impagable.

Además, me ha resultado curioso que justo empieza igual que el texto de la boda de mi amigo. Y no lo había visto. Si es que la vida….

Mirad, disfrutad y no olvidéis. Ni ahora ni dentro de veinte años.

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Algunas cosas que suceden mientras se casa un amigo

El sábado se casó uno de mis mejores amigos. Una persona que viajó por medio mundo para volver a casa y casarse, de una forma tan bella como inesperada, con una chica de nuestro colegio de cuando éramos niños.

Y es que la vida son espirales. Cuando escogimos el nombre para la consultoría donde trabajo, lo elegimos por esto justamente. Por esa increíble experiencia que se repite una y otra vez de ver cómo la vida avanza en espirales. Vuelves a los mismos sitios, a las mismas personas pero todo es diferente. Igual pero diferente. Porque tú estás diferente. Igual pero diferente.

En esa boda me reencontré con personas de mi pasado, con muchísima gente de mi cole de adolescente. Y mientras bailaba pensaba en cómo funciona la vida, que te permite recorrer el mundo para volver a casa, tan igual y al mismo tiempo tan diferente. Pero sobre todo sentí algo que es impagable. Sentí paz. Esa sensación de saberte y sentirte en el lugar donde quieres estar. Sentir que hay heridas que ya no duelen y cariños que no sólo sobreviven sino que se han fortalecido con los años, los hijos y los amores. Y que hay gente a la que miras con cariño por lo compartido pero desde la distancia.

Tener una amistad de veinte o treinta años cuando aún no has cumplido los cuarenta es nombrar a personas que te constituyen, que forman parte de tu esencia, como llegan a hacerlo personas que aparecen después y con menos tiempo pero más intensidad se meten en tu alma. Y cada día que pasa me reafirmo más en lo que escribí aquí sobre mis opciones de vida: el amor, el valor y la alegría.

Optar por el amor es cuidarlo y cultivarlo y eso implica a veces también sacrificar muchas otras cosas de la vida. Porque el amor es muchas cosas, pero no es bucólico. Pero al final se trata de eso: de elegir. Elegir cómo vivir. Y yo elijo vivir queriendo y siendo querida. Elijo poner mi corazón, como hice el sábado, en unas palabras, algún baile y muchos abrazos. Aunque eso suponga exponerse.

Y en esos reencuentros, en esas veladas de tanta gente te das cuenta de cuántas historias suceden al mismo tiempo, de cuántos significados tienen las mismas palabras depende de quién y cómo se escuchen, de los diferentes registros que tiene una misma vivencia, de cuánta historia y cuánto amor hay detrás de algunas presencias, sean silenciosas o parlanchinas…la vida es lo que pasa mientras tanto…decían.

Quizá eso es lo que quiera escribir esta noche: que importa el «mientras tanto». Y sobre todo que siento que sólo tiene sentido si está lleno de amor.

Pepa

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El árbol que sube al cielo

Hoy ha muerto la madre de alguien a quien quiero mucho. En realidad, alguien a quien queremos mi hijo y yo. Así que de nuevo me ha tocado hablar con él sobre la muerte. Y es que tenemos un cielo algo poblado ya, un cielo que él vive como un lugar lindo, donde Trabuco, un burro al que quiso juega con la perra Curra ante los ojos maravillados de la abuela Asun, el abuelo Luis, Elena y la mamá del padrino.

Intuyo que mucha gente cree que estoy algo «loca», pero yo ya me he acostumbrado. Tanto trabajar el duelo con los niños me permitió comprender hace mucho que la dificultad ante el dolor y la ausencia se hace más y más grande conforme acumulas años de vida. Así que a mi hijo yo le hablo de la muerte, de nuestros ángeles, y siempre, como hoy, le doy la oportunidad de elegir si quiere venir a los entierros.

Le explico que un entierro es una despedida, donde la gente que se queda y está triste porque no va a poder volver a abrazar a aquella persona que amaba, recibe nuestro amor y nuestra compañía. Por eso es importante estar. Le explico que cuando morimos, para poder ir a donde quiera que vayamos, el cielo o donde sea, necesitamos volar, y que nuestro cuerpo humano, al menos hasta ahora, no ha aprendido a volar. Así que nos toca soltar el cuerpo. Y dejarlo en la tierra, para que de él salgan nuevas plantas o se alimenten los animales.

Pero si escribo todo esto esta noche es porque los niños siempre van más allá. Cuando tú crees ir, ellos ya han caminado varios bosques. Es una cuestión de segundos. Asi que cuando le he escrito mi mensaje de cada noche en la nevera (es que estamos aprendiendo a leer), en el mensaje le he preguntado si quería que le dijera algo de su parte a ella cuando la viera mañana. Y no lo ha dudado, ha dicho «que la quiero y le vas a llevar un dibujo».

Ha cogido papel, rotuladores, y ha dibujado la casa de ella junto al mar, y el cielo, y un sol, y a ella con él, y luego un árbol. Un árbol que subía del mar al cielo, y entre las ramas, ascendiendo, su madre. Y me ha dicho «dile que el árbol siempre está ahí, aunque no se vea». A esas alturas yo ya estaba llorando, serena, pero llorando. Y él ha llenado el resto del dibujo de corazones de colores para ella. Y lo ha metido en un sobre, para que se lo lleve mañana cuando vaya al entierro.

Y yo he pensado en nuestros cuentos. En nuestras historias de cada noche. Y en todos esos corazones.
Pepa

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Los aeropuertos en una silla de ruedas

Ya regresé de mi periplo loco del mes de mayo.

Los viajes siempre me resultan iniciáticos. Sé cómo salgo pero no cómo regreso. Y no creo que sea algo que me pase sólo a mí. Creo que los viajes son iniciáticos, recorras los kilómetros que recorras, siempre y cuando decidas vivirlos con la actitud adecuada: esa mezcla de apertura mental, capacidad de asombro y arrobamiento y silencio interior.

Pero cuando son tantos y tan seguidos como lo han sido para mí este mes, tienen una especie de «efecto acumulativo» y el alma necesita un tiempo para volver, que va más allá del tiempo físico del cuerpo.

Siempre me pregunto por tantas personas que he conocido que pasan su vida en aviones, en movimiento permanente, de hotel en hotel, incluso sin un lugar al que volver. Porque no se trata de tener un lugar en posesión (sólo los humanos somos tan engreídos como para creer que poseemos algo), pero sí un lugar al que sientas que perteneces, que puedas reconocer y paladear en cada pequeño matiz.

Uno de mis sueños de niña fue siempre viajar. Y uno de mis privilegios de mujer es haber podido hacerlo realidad. Como les decíamos hoy en la fiesta de despedida del cole de José «el mejor legado es enseñar a nuestros hijos a perseguir sus sueños». Porque hay que lucharlos, optar por ellos, buscarlos con consciencia y amor. Y a eso también se aprende.

Pero los viajes también te ponen a prueba, y te enseñan cosas de ti que de ningun otro modo vas a conocer. Mi viaje de vuelta de este último viaje del mes, que fue a Venezuela, ha sido un buen ejemplo de ello. El cuerpo es sabio. Y mi cuerpo tiene la particular habilidad para pararme cuando yo no sé parar, para decir «basta». Y lo hace algo estrepitosamente, sobre todo cuando me empeño en seguir hasta el punto de no escuchar.

Así que mi cuerpo dijo «basta». Primero enfermó pero no le escuché. Me recuperé y seguí. Así que luego, justo el día que volvía para Madrid, me caí, y me hice un esguince de tobillo apenas una hora antes de tomar el primero de los tres vuelos que debía hacer para volver a casa.

Así que he paseado cuatro aeropuertos del mundo en silla de ruedas en 24 horas. Toda una experiencia. Y no hablo sólo de los servicios de asistencia, cada uno con las características diferentes del país, las gentes o el idioma donde estaba. Me refiero a esa sensación de no poder valerte por ti misma. La sensación de depender de otra persona para hacer cosas que has hecho mil veces sola: salir de un avión, llevar la maleta, caminar por los aeropuertos, sacar la tarjeta de embarque…para mucha gente parecerá una tontería lo que digo, pero para mí no lo fue. Una vulnerabilidad que veías además reflejada en los ojos de la gente que te miraba al pasar. Y yo pensaba cómo miramos a las personas que se desplazan en silla de ruedas. ¡Cuánto decimos con las miradas sin necesidad de hablar!

Es esa sensación de vulnerabilidad que la enfermedad o, como en este caso, el accidente ocasional, te obliga a recordar y sobre todo a volver a sentir. Sentí que no debía olvidarla, que debía aprender a bajar de mi omnipotencia y a respetar los ritmos de mi propio cuerpo. Sobre todo cuando la vida puso la guinda al pastel y el tercer vuelo tuvo un aterrizaje abortado porque no le salía el tren de aterrizaje. Volvimos a ascender, dimos vueltas durante casi una hora, hasta que en un segundo intento, todo fue bien. Para entonces yo sólo podía pensar «sólo quiero volver a mi casa».

Ojalá la vulnerabilidad de nuestro cuerpo y los tiempos del alma guiaran nuestra vida. Sinceramente creo que mi vida, nuestras vidas y nuestro mundo serían diferentes.

Así que ya ven: volví diferente. Además de algo coja 🙂 pero nada que la acupuntura no haya podido curar. Y no se crean que el viaje fue iniciático sólo por el regreso accidentado, sino por muchas otras cosas maravillosas que pasaron y que guardo en mi corazón. Pero ése es otro relato.

Pepa

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Las ausencias compartidas

Llevo un mes de viajes que ya están pasando factura. Y lo que me duele es que no sólo a mí. Eso es algo a lo que nunca me acostumbraré: saber que existe una personita maravillosa que paga mis erroress. Y no sólo mis errores, sencillamente las «facturas» que implican mi vivir. Sé de sobra que también recibe los «beneficios», pero cuando les ves sufrir y decirte «mamá, prométeme que no vas a viajar nunca más» se te parte el alma.

Y le abrazas, y le acaricias largo rato y le dices la verdad, que entiendes que se sienta así, que tiene razón, pero que ésta es nuestra vida y que, aunque somos unos privilegiados, hay momentos en los que toca separarnos, y que él sea fuerte y resista y llore si lo necesita y se deje consolar por toda la gente que nos quiere y que le cuida mientras yo no estoy.

Pero verle revivir cuando volví el domingo como lo vi, con ese «mamita, ya estás aquí» me hizo más consciente si cabe de la responsabilidad que tengo al ser su madre. Porque él no recordará este fin de semana, pero su madrina y yo no lo olvidaremos. Y sin embargo, aunque no lo recuerde, configurará su alma y su vida, como todas las cosas buenas que vive también a diario y luego no recordará. Sé que eso es ser madre o padre: sembrar en la memoria corporal, la que no se recuerda con la mente pero nos proporciona la seguridad de tripas y de corazón para ser felices, qué paradoja!.

Pero duele. Me duele su dolor.

Y en esas andaba cuando me reenviaron este texto de otro de mis referentes personales, Saramago (corrección a posteriori, me equivoqué y dije Sampedro), que viene perfecto para mi corazón algo cansado estos días. Aquí os lo dejo:

«Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intesivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y de nosotros aprender a tener coraje.

Si, Eso es! Ser madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado.

¿Perder? ¿cómo? No es nuestro. Fue apenas un préstamo… EL MAS PRECIADO Y MARAVILLOSO PRESTAMO ya que son nuestros solo mientras no pueden valerse por si mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios bendiga siempre a nuestros hijos pues a nosotros ya nos bendijo con ellos»

Qué gran verdad! José ha sido mi mayor bendición. Ya no puedo decirle a la vida sino «gracias».

Un abrazo,
Pepa

Como madre, como hija y como educadora

Yo no estudié en la pública, como la mayoría de los protagonistas de este video. Pero comparto la necesidad de la defensa de una educación pública de calidad como un derecho humano que debería ser objeto de un pacto de estado no negociable y por encima de diferencias de ideologías. Porque una educación de calidad pública y gratuita es, desde mi punto de vista, la base de la democracia y la ética de una sociedad.

Mis padres nos llevaron al que consideraron que era el mejor colegio posible para nosotros. Igual que hago yo con mi hijo, aunque opte por la educación pública (a diferencia de lo que ellos eligieron para mí). La diferencia, desde mi punto de vista, la marca el que ellos entonces y yo ahora pudimos elegir. Pero no todo el mundo puede.

Por eso justo hoy que paradójicamente es al mismo tiempo el día que salen las listas que adjudican a mi hijo un cole de primaria de entre los coles públicos que solicité para él, y también el día que se desarrolla una huelga en todos los sectores de la educación pública tan justa como dolorosa, quiero difundir este video. Mi pequeña forma de adherirme a lo que en él se dice y al trabajo de la plataforma que hay detrás.

Porque el derecho, desde mi punto de vista de madre, de hija y de educadora, es poder elegir. Que todos los niños y niñas tengan garantizado su derecho a una educación de calidad, independientemente de ir a una escuela privada o pública, de sus ingresos o realidad social. Y sus familias a poder ofrecérsela. Y hablar de educación de calidad para mí sería hablar tanto de contenidos como de enfoque, metodologías, recursos de la escuela, formación de los educadores, estructuras…tantas cosas!

Al menos es lo que yo siento.
Pepa

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Benedetti de nuevo

Hace ya más de tres años que creé mi página web personal y este blog, después de que gente que me quiere bien me persiguiera sin descanso para ello ;-). Y recuerdo que mi primera entrada fue con un poema de Benedetti, uno de mis referentes personales.

Así que en este domingo noche aprovecho para compartir un poema suyo que me llega desde Paraguay, lugar donde crecen y se afianzan mis vínculos. Porque este poema no tiene desperdicio. Cada uno de sus versos esconde la sabiduría de una vida. Y confieso que no he podido evitar un subrayado personal en negrita 😉

Para mí Benedetti era impagable, sobre todo cuando se trataba de recordar lo esencial. Cómo se le añora!

Ahí va. Feliz semana.

¿CÓMO HACERTE SABER QUE SIEMPRE HAY TIEMPO?

QUE UNO SOLO TIENE QUE BUSCARLO Y DARSELO.
QUE NADIE ESTABLECE NORMAS SALVO LA VIDA.
QUE LA VIDA SIN CIERTAS NORMAS PIERDE FORMA
QUE LA FORMA NO SE PIERDE CON ABRIRNOS.
QUE ABRIRNOS NO ES AMAR INDISCRIMINADAMENTE.
QUE NO ESTA PROHIBIDO AMAR
QUE TAMBIEN SE PUEDE ODIAR
QUE EL ODIO Y EL AMOR SON AFECTOS
QUE LA AGRESION POR SI, HIERE MUCHO
QUE LAS HERIDAS SE CIERRAN.
QUE LAS PUERTAS NO DEBEN CERRARSE
QUE LA MAYOR PUERTA ES EL AFECTO
QUE LOS AFECTOS NOS DEFINEN
QUE DEFINIRSE NO ES REMAR CONTRA LA CORRIENTE
QUE CUANDO MAS FUERTE SE HACE EL TRAZO MAS SE DIBUJA
QUE BUSCAR UN EQUILIBRIO NO IMPLICA SER TIBIO
QUE NEGAR PALABRAS IMPLICA ABRIR DISTANCIAS
QUE ENCONTRARSE ES MUY HERMOSO
QUE EL SEXO FORMA PARTE DE LO HERMOSO DE LA VIDA
QUE LA VIDA PARTE DEL SEXO
QUE EL POR QUE DE LOS NIÑOS TIENE UN POR QUE
QUE QUERER SABER DE ALGUIEN NO SOLO ES CURIOSIDAD
QUE QUERER SABER TODO DE TODOS ES CURIOSIDAD MALSANA
QUE NUNCA ESTA DE MAS AGRADECER
QUE LA AUTODETERMINACION NO ES HACER LAS COSAS SOLO
QUE NADIE QUIERE ESTAR SOLO
QUE PARA DAR DEBIMOS RECIBIR ANTES
QUE PARA QUE NOS DEN HAY QUE SABER PEDIR
QUE SABER PEDIR NO ES REGALARSE
QUE REGALARSE ES EN DEFINITIVA ES NO QUERERSE
QUE PARA QUE NOS QUIERAN DEBEMOS MOSTRAR QUIENES SOMOS
QUE PARA QUE ALGUIEN SEA, HAY QUE AYUDARLO
QUE AYUDAR ES PODER ALENTAR Y APOYAR
QUE ADULAR NO ES AYUDAR
QUE ADULAR ES TAN PERNICIOSO COMO DAR VUELTA LA CARA
QUE LAS COSAS CARA A CARA SON HONESTAS
QUE NADIE ES HONESTO PORQUE NO ROBA
QUE EL QUE ROBA NO ES LADRON POR PLACER
QUE CUANDO NO HAY PLACER EN LAS COSAS, NO SE ESTA VIVIENDO
QUE PARA SENTIR LA VIDA NO HAY QUE OLVIDARSE QUE EXISTE LA MUERTE
QUE SE PUEDE ESTAR MUERTO EN VIDA
QUE SE SIENTE CON EL CUERPO Y CON LA MENTE
QUE CON LOS OIDOS SE ESCUCHA
QUE CUESTA SER SENSIBLE Y NO HERIRSE
QUE HERIRSE NO ES DESANGRARSE
QUE PARA NO SER HERIDOS LEVANTAMOS MUROS
QUE QUIEN SIEMBRA MUROS NO RECOGE NADA

QUE CASI TODOS SOMOS ALBAÑILES DE MUROS
QUE SERIA MUCHO MEJOR CONSTRUIR PUENTES
QUE SOBRE ELLOS SE VA A LA OTRA ORILLA Y TAMBIEN SE VUELVE
QUE VOLVER NO IMPLICA RETROCEDER
QUE RETROCEDR PUEDE SER TAMBIEN AVANZAR
QUE NO POR MUCHO AVANZAR SE AMANECE MAS CERCA DEL SOL
COMO HACERTE SABER, QUE NADIE ESTABLECE NORMAS SALVO LA VIDA.

Mario Benedetti

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