Pepa Horno Goicoechea

Pepa Horno Goicoechea

Ocho años

Hoy es nuestro octavo cumpleaños de familia. Hace ocho años que conocí a mi hijo. Qué pocas veces tenemos en la vida la certeza de estar viviendo momentos trascendentes, momentos de esos que sabes que cuando seas ancianita le contarás a tus nietos. Muchos de esos momentos ocurren sin que sepas que lo son, sólo a posteriori llegas a comprender que justo en ese instante pasó algo mágico, algo que te trasformó. Pero hay momentos en que lo sabes con todo tu ser.

Recuerdo aquella puerta que se abrió, aquel niño que jugaba con juguetes y me miró desde el suelo y me sonrió y me tendió un juguete. Recuerdo aquella mujer que dijo «éste es José, éste es tu hijo». Recuerdo aquella sensación de vértigo y gozo, todo en uno, en la tripa. Recuerdo como el mundo a nuestro alrededor se detuvo para sentarme a jugar con el, pendiente de cada detalle, de cada gesto suyo, de su sonrisa o de su mirada.

Y me doy cuenta de que no he dejado de hacerlo. Sigo mirándolo, sigo ajustando mi vida, mis tiempos, mis opciones a las suyas. Sigo parando el mundo, aunque con el tiempo y la rutina a menudo me toca empujarle a él o a los dos, para alcanzar el ritmo del mundo. Pero aquella magia sigue presente. Sólo que más. Y mejor.

En estos ocho años como familia hemos pasado muchas cosas. Más de las que se explicar. Aquel primer año intentando ser perfecta, los siguientes de remanso de paz, estos dos últimos de afrontar monstruos…hemos tenido de todo. Y ahora le miro, nos miro y no puedo parar de sonreír.

La semana que viene cumplirá nueve años. Y lo hace en una casa nueva, un cole nuevo, un lugar nuevo..en el que parece que llevemos ya media vida, pero nuevo. Lo celebra rodeado de amiguitos nuevos y de presencias amorosas a éste y el otro lado del mar, y sin ese desasosiego dentro que a ratos no le dejaba crecer. Todo es diferente, salvo una cosa: la magia entre nosotros. Ésa no ha cambiado, sólo se ha hecho más profunda, más radical, como las raíces de un árbol.

Hoy antes de dormir me ha dicho una de las cosas más hermosas que me han dicho jamás. Cuando yo le decía el regalo que ha supuesto en mi vida, lo feliz que he sido y sigo siendo estos ocho años siendo su madre, va y dice: «para mí también eres lo mejor que me ha pasado en la vida, eres una mamá genial y me has enseñado lo que hay dentro de mi». Le he dicho «espero que sepas que una maravilla» y el «sí, lo sé, tú me la has mostrado».

Pues eso, magia. La magia no es un lugar bucólico. Nuestra magia ha sobrevivido al miedo, a la angustia de los monstruos, a la injusticia del maltrato, a su miedo al abandono, a mi miedo a fracasar…a muchas cosas. Pero los hilos del amor hacen magia. Y después de mirar de cara a los monstruos suyos y míos, míos y suyos mas bien, venirnos al borde del mar y al cole en el bosque, todavía más aun.

Así que ahora mismo sólo me queda sonreír, sentirme bendecida y atesorar este momento. Como aquel primer día, con plena consciencia del camino recorrido para llegar hasta aquí.

Pepa

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Presentación de los cuentos en Zaragoza el viernes 27 de noviembre a las 19h.

Hace muchos años, cuando presenté mi primer libro en Zaragoza, mi amigo Carlos habló de la «geografía de mis afectos». Pocas veces he escuchado una expresión más certera, porque publicación a publicación, siempre vuelvo a mis tres lugares: Madrid, Zaragoza y Palma. Los lugares que explican quien soy, los lugares donde he vivido o vivo. Hay otros lugares, por supuesto, que guardan memorias y retazos de mí, pero estos tres me definen.

Así que aquí me tenéis, recibiendo un nuevo regalo, un nuevo encuentro, un regreso a uno de mis hogares. La presentación de «El lenguaje de los árboles» y «El mago de los pensamientos» en Zaragoza el viernes 27 de noviembre a las 19h en la Fnac de Plaza España.

presentacion cuentos en zaragoza

Y lo considero un regalo porque de nuevo me acompañan en el acto dos personas que harán el encuentro mejor, más profundo y más luminoso. Ellos y yo nos seguimos, nos reconocemos y nos sonreimos de espacio en espacio, de encuentro en encuentro. Compartimos un origen, el cole de Marianistas de Zaragoza, y muchos afectos en común, algunos que estarán presentes, otros que nos seguirán desde lejos. Pero los hilos del cariño son así, crean nuevas geografías que no conocen distancias o fronteras 😉

Pero no sólo nos une lo personal. Nos une la literatura. David Lozano se ha convertido en uno de los escritores de referencia en literatura juvenil y Pepe Trivez tiene una de las mejores bibliotecas colegiales que he conocido y un blog de literatura infantil de los que merece la pena seguir.

Así que ahi os esperamos. Para disfrutar y para conversar. Para mí es un regalo, y un privilegio.

Pepa

Amada

Recrearse, tejer redes nuevas, dejar que mi alma vaya anidando en nuestra isla, y llegar a tener una cierta sensación de rutina, bendita rutina! Muchas tareas del alma, de la mía y de la de mi hijo, por no hablar de las otras tareas, las del mundo, el trabajo y la logística.

Cada vez que alguien me pregunta que tal en Mallorca se me pone cara de boba, la misma que tengo por las mañanas en el desayuno, o al volver a casa o al recoger a mi hijo en el cole. Todo es nuevo, y diferente. ¡Y cuánto me cuesta no adelantar procesos, no intentar saltarme pasos, no acelerar caminos! Pero no funciona. El alma tiene sus tiempos.

Esta semana por fin hemos tenido sensación de hogar, de rutina, de horarios, de cotidianidad. Pero, aún así, nos están llegando tantos regalos que no me queda otro que arrobarme.

Desde los pequeños grandes detalles como los amaneceres y los cielos increíbles de cada mañana. Esa luz que me trajo a este rincón junto al mar. O nuestras compañeras de camino al cole, la madre y la hija con las que compartimos desplazamientos y que han llegado como presencia amorosa y auténtica a nuestras vidas, convirtiendo el camino diario en risa continua y las mañanas que no me toca subir a mi en desayunos plácidos en mi terraza frente al mar.

Sobre el cole podría escribir y no parar. Un cole que casi no parece un cole si no fuera porque es lo que siempre creí que podría o desearía que fuera cada cole. Lo creí y lo sigo creyendo. No es perfecto porque es humano, pero está lleno de regalos cotidianos: el bosque, el huerto, la cocina, los telares..pero sobre todo la consciencia hacia los niños, cada gesto de los educadores, el silencio lleno de música y risas, las caricias, la creatividad en las metodologías (enseñar a multiplicar con los sonidos de los pájaros, sólo por mencionar alguna). Que mi hijo haya pasado de salir corriendo y chillando del cole a salir caminando, abrazarte y decirte «hola mami». Y eso que le queda mucho camino por recorrer antes de anidar su espacio de forma armónica.

Y desde el cole, desde mi trabajo, y los amigos que ya teníamos aquí, el inmenso regalo de hogares que nos acogen, paseos en patinete, terrazas para ver estrellas fugaces, escapadas mañaneras a calas perdidas o tardes en casas en el campo. Una red de gente amada que se hace presente, cuidándonos con un mimo que a mi me conmueve.

Pero no es sólo lo que llega de nuevo, de inesperado, de conmovedor. Sino las presencias amadas que se hacen presentes. La semana pasada fuimos a Madrid por primera vez en casi cuatro meses. Y fue toda una experiencia. Fueron cinco días con una mochila para dormir en diferentes casas y ver así a toda la gente amada que fuimos capaces de ver, además de dar dos cursos, tener una reunión de espirales y presentar los cuentos. Fue como si no nos hubiéramos ido al estar con la gente y al mismo tiempo sentirnos ya fuera por la logística. Nos sucedió algo importante a los dos, a mi hijo y a mi. Yo me sentí fuera de Madrid, todo lo bien que me sentí con la gente que por momentos era como si nunca me hubiera ido, me sentí ajena a la ciudad. Los ritmos, las distancias, el ruido, la agresividad que también era la mía hasta hace bien poco, me parecieron mucho más duras. Comprobé una vez mas como cuando vives en un lugar, te haces al lugar y sus maneras y llegas a acostumbrarte tanto que casi no lo percibes. Hasta que sales de allí, y vives cosas diferentes y vuelves, y miras lo mismo con ojos diferentes. Me ha pasado varias veces en mi vida, con Zaragoza donde vivi dieciocho años, cuando deje mi trabajo en Save the children después de once años, y ahora con Madrid, entre otras.

Pero lo de mi hijo me asombró. Hizo un intensivo de amiguitos de Madrid, y fue feliz. Y yo estaba algo preocupada por la vuelta, por si le daba la nostalgia, por si se desajustaba. Y fue todo lo contrario. Ha sido como si ver que su gente seguía allí le diera seguridad y al mismo tiempo pudiera comparar también las dos vidas. No sé lo que fue, pero al volver el ansia que ha tenido durante estos meses, la aceleración desapareció. Esta sencillamente radiante.

Cuando me fui de Zaragoza a vivir a Madrid comencé una costumbre que no deje durante todos estos años, que fue la de ir de visita al menos una vez al mes. Los primeros años con las enfermedades de mis padres fueron muchas mas veces, y luego cuando fallecieron la gente me decía «dejarás de venir». Pero no fue así, tenía a mi familia y a mis amigos, y los kilómetros se convertían en un precio que no me importaba pagar con tal de verles, abrazarles y mantener el vínculo. Cuando llego mi hijo le incorporé a los viajes, y logré que el sintiera Zaragoza también como parte de su vida y de su alma. Con el cambiaron los ritmos, obviamente, y la reciprocidad pasó a ser necesaria, pero funciono.

Pues ahora con Madrid me reafirmo de nuevo en ese ritual. Ir es importante, mantener los hilos para que se hagan más sólidos si cabe, más profundos, en distintos escenarios, pero con igual profundidad. Es toda una apuesta de vida, que no sé si podré mantener en el tiempo, pero este viaje y sus efectos en mi hijo me ha recordado que tocar a las personas que amas, abrazarlos, mirarlos a la cara, besarlos, sirve de alimento para el alma, estés donde estés. Y que con ese alimento puedes volar. Siempre recuerdo cuando vivían mis padres y volvía a pasar un fin de semana a casa me esperaban siempre en la puerta y me abrazaban. Siempre salían a recibirte y, mi madre especialmente, solía abrazarme muy largo y luego me decía «ya tienes tu dosis de mimos para el mes». Yo tenía dieciocho años pero nunca olvide como me sentía en aquellos abrazos. Porque es verdad, una buena dosis de mimos te da fuerzas para volar lejísimos.

Y no quiero acabar sin contar algo muy especial que paso en la presentación de los cuentos en Madrid. En realidad todo el acto fue especial, Belén y Fidel con sus intervenciones, la gente que asistió, ¡tanta gente y tan amada!, las anécdotas de la gente que esta ya usando los cuentos con sus hijos, sus nietos o en las aulas (segun me contaron, mis amigas educadoras infantiles, cómo no, andan haciendo que sus niños se acaricien sus pensamientos en la cabeza cuando se ponen nerviosos siguiendo mi cuento de «El mago de los pensamientos» y parece que les funciona tan bien que los niños de sus clases quieren acariciar los de otras maestras porque dicen que gritan mucho y que deben estar muy nerviosas y necesitarlo como ellos ;-)).

Pero mi hijo puso el broche de oro. Al principio el y  sus amiguitos complicaron bastante el acto, porque seis niños de entre cinco y ocho años corriendo y subiendo al estrado y bajando dieron al acto un toque caótico por otro lado muy propio de la presentación de unos cuentos para niños 😉 pero que a mi me obligó a un esfuerzo de contención importante para no dar un bufido a José en algunos momentos. Pero cuando llego el turno de preguntas y José se había subido al estrado conmigo, hubo el siguiente diálogo entre José y uno de las personas del público:

– Yo te quiero hacer una pregunta a ti, José.

– ¿A mi?

– Si, a ti.

– Ah, vale.

– ¿Tú cómo te sientes al tener una madre que escribe cuentos, que habla en público, que ayuda a la gente..?

– (breve silencio) amado.

Asi. No dijo más. «Amado». Y entonces se hizo un murmullo en la sala conmovido, y yo lo abracé y dije «¿veis? Luego va y da estas contestaciones y es casi imposible no perdonarle todo lo demás». Risas generalizadas.

Así que supongo que eso es lo que quiero decir en el fondo después de todo lo que llevo escrito, que me siento amada en esta nueva vida, por los que ya estaban y por los que están llegando. AMADA.

Y os dejo por si os apetece verlo un vídeo de dos minutos que me grabaron para la difusión de los cuentos. Es bonito y sobre todo, está lleno de amor, el de quien lo grabó  y el mío.

Pepa

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Presentación de «El lenguaje de los árboles» en Madrid el jueves 1 de octubre a las 19h.

La vida nos hace regalos. En realidad los hace cada día pero no siempre mantenemos la consciencia suficiente para vivirlos y deleitarnos en ellos. Al menos yo. Pero cada cierto tiempo me llegan regalos que sí veo, de los que soy plenamente consciente. Regalos envueltos en papel celofán, con un lazo enorme, imposible de no ser vistos, palpados y deleitados.

pepa_horno_lenguaje_arbolespepa_horno_mago_pensamientosLa presentación de mis primeros cuentos «El lenguaje de los árboles» y «El mago de los pensamientos» en Madrid, es uno de esos regalos. Ya los firmé en la feria del libro en primavera, pero este acto es distinto. Y no por los cuentos, o por mí, sino por quienes me acompañan en él.

A Fidel Delgado no hace falta ni presentarlo. Para los pocos que no lo conozcáis, mirad este vídeo, o este otro, más corto, y veréis. Es uno de esos profesionales que consigue que no pares de reír mientras te está metiendo una carga de profundidad de tal magnitud que cuando quieres darte cuenta te ha acariciado el alma para siempre. Creedme, sólo por oírle la tarde merecerá la pena.

Y Belén Zarza, una coach y profesional increíble, pero además amiga del alma, madre del amigo del alma de José, y enlazadora de mundos. Una de esas personas cuya mirada te ilumina y que genera una estela que comprobaréis si venís y de cuya longitud ella aún no es suficientemente consciente.

Hablaremos de cuentos, de niños y niñas (y de la parte niño de los adultos), de poesía, del amor, de la muerte y de los sueños. Es un menú sencillamente irresistible.

Así que a las y los madrileños que queráis, os esperamos el día 1 de octubre a las 19h en la Fnac de Castellana (metro Nuevos Ministerios). Prometo abrazo y firma, por ese orden ;-).

Pepa

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Nuestra isla rosa

Ahora sí que sí. Se acabaron las vacaciones. Acabamos de llegar a casa y la cara de gozo que ha puesto el peque al llegar ha sido impagable. Reflejaba tanta alegría casi como la mía, en esta isla de atardeceres rosas que ya sentimos como hogar. Es nuestra isla rosa.

No recuerdo unas vacaciones tan largas y tan vacaciones en mucho tiempo. Hace poco leía este artículo de Almudena Grandes y me sonreía, porque nunca antes he puesto tantas lavadoras y cambiado sábanas, y comprado comida y cocinado (definitivamente tendré que ampliar mis habilidades culinarias) y llevado y traido a gente. Pero como dicen por aquí, eso es parte de ser mallorquin, va en el «pack» lo seas de origen o de adopción, las visitas del verano.

Pero ya acabaron y toca un año lleno de novedades. Novedades en la geografía. Aquí se vive mucho más en contacto con la naturaleza, el mar y la montaña, y para una urbanita como yo ésa es toda una novedad. Además he pasado 24 años viviendo en una misma ciudad, y ahora vivimos en una isla que en cierto modo conozco pero en la que todo o mucho es nuevo para mí, así que he pasado el verano descubriendo lugares a cual más bello. Es una sensación que no recordaba hace mucho: la de tener mucho por visitar, conocer y descubrir. Reconozco que Mallorca me ha producido una sensación paradójica quizá para lo que yo esperaba o lo que dicen que te pasa viniendo de Madrid: me ha parecido grande ;-).

Pero también novedades en la geografía de mis afectos. Andamos aprendiendo una nueva forma de relacionarnos con nuestra gente amada de Madrid e intentando enseñar a mi hijo algo que yo ya conozco bien por mis afectos de Zaragoza: cómo mantener vinculos profundos a distancia, el valor del teléfono, de los mensajes, del skype y de los recuerdos… Pero también vamos incorporando cotidianeidad a nuestros vínculos de aquí que se van profundizando además de ampliando, llenando de matices y colores, y que han abierto su corazón para recibirnos y hacernos sentir en casa.

Y como no hay dos sin tres, también novedades laborales, donde Espirales volverá a recrearse en los próximos meses con cambios varios. En fin, novedades, es tiempo de cambios.

Pero de momento el verano acaba y toca volver a la rutina. El peque anda anhelando empezar su cole nuevo, estar con sus amigos y en nuestro hogar, y yo, aunque con algo de pereza de volver a lo laboral por lo mucho que he desconectado del trabajo para conectar con lo importante, también abierta a lo que está por venir.

Hemos tenido momentos de belleza increíbles este verano, y de mucho amor. Ha venido mucha de nuestra gente a conocer nuestro hogar, hicimos una fiesta de inauguración de la casa con toda nuestra gente de aquí, mezclamos a nuestra gente de aquí y allí en excursiones, días de playa y campo, tuvimos atardeceres increibles (comparto uno de ellos aunque por la tormenta de ese día no sea de los atardeceres rosas), comidas y cenas en la terraza, encuentros increibles, excursiones a la cabrera (por ahora y sin duda, mi rincón favorito de los visitados) y largas conversaciones. Hemos visto peces de todos los colores, y corales y aguas cristalinas. Mi hijo sigue teniendo un imán especial para los animales y pescó peces, cangrejos, una estrella de mar, un pulpo, una sepia…aparte de hipnotizar a gecos varios y obsesionarse por los gatos del barrio hasta cometer auténticas imprudencias.

1439139943902Tengo que reconocer que si tuviera que decir cuál es mi verano perfecto, se parecería bastante a éste (y no pensé que diría esto acostumbrada a viajar los veranos), aunque la novedad del cambio y los miedos que conlleva, la excitación de tanta gente, tanta ida y venida, y movimiento me haya pasado factura en algunos momentos, a mí y al peque. Además de que los veranos implican mucha convivencia, y en nuestro caso sin descanso.

Quiero mostrar aqui una de las cosas bellas de este verano. Resulta que cuando llegamos a nuestra casa, cuando ya supimos que viviriamos aqui, el primer día, José se dedicó a decir dónde quería poner los muebles y a sugerir cosas para la casa que en gran medida yo acepté. Y cuando llegó a la consulta/cuarto de invitados, dijo «en esa pared, mami, vamos a pintar el arbol de la vida». Tal cual. ¿Por qué lo dijo y por qué para esa pared? Ni idea, pero a mí me pareció una idea tan increible que le dije que lo haríamos. Y enseguida pensé en mi hermana y su sensibilidad para la belleza. Así que le pedí que cuando viniera lo pintaran juntos, tia y sobrino. Fue un gesto de amor. Para ella pintarlo, para mí ofrecerselo. Y aqui os dejo el resultado de un día entero pintando tia y sobrino mano a mano, que como siempre cuando se trata de un acto de amor, supera lo imaginado.

1437420894533Y acabo hoy con el relato de otro gesto de amor. Esta última semana, cuando acabaron las visitas, nos escapamos a nuestra querida Menorca. Una semana que ha sido intensa y llena de cosas inesperadas. Y con una de ellas quiero acabar hoy, uno de esos momentos mágicos que te regala la vida. La vida y las personas, en realidad. Mi amigo Vicenc Arnaiz organizó junto con un grupo de personas un encuentro que llamó «Qué significa ser buena persona en el siglo XXI?» Ahi es nada. El acto era la presentación de un montaje de fotos que hicieron varios fotógrafos en torno a esa pregunta junto con los textos que varias personas conocidas en la isla escribieron en torno a la pregunta y a cada fotografía. Con eso hicieron un montaje, e invitaron a Francesc Torralba a dar una pequeña conferencia al respecto. Hasta ahi precioso, pero dentro de lo que podía esperarme siendo Vicenc, Torralba, siendo Menorca y con una idea tan sencilla como bonita. Vicenc dijo que la gente buena nos enseñaba a soñar, y unos y otros hablaron de la bondad vinculada al amor al otro, a la consciencia del otro, al saber mirar, a la bondad más allá de siglos, historia, culturas o religiones, al perdón, a la sencillez. Recuperaron esa frase tan inteligente que dice algo así como «se puede ser bueno y no ser feliz, pero no se puede ser feliz sin ser bueno». Hubo una pregunta curiosa dado el contexto donde estábamos sobre si los lugares pequeños favorecen la bondad y una respuesta inteligente y elegante de Torralba diciendo que aunque teóricamente quisiéramos creer que sí, no lo tenía nada claro. Fue muy bonito.

Pero lo que no me podía imaginar es lo que me encontré como cierre del acto. El acto se realizó en el patio del convento de clausura de Santa Clara en Ciutadella, con cientos de personas sentadas en sillas. Y para finalizar salieron las monjas de clausura, cinco monjas que con una inmensa sencillez dieron las gracias a todo el mundo, dijeron que se sentían honradas porque algo tan profundo hubiera ocurrido en aquel lugar y que para cerrar habian decidido hacer un baile. Dijeron que ser buena persona era algo que trascendía a la religión, que no tenía que ver con la religión sino con la dimensión espiritual de la vida en la que tenía cabida todas las religiones y pensamientos, así que querían cerrar el acto con un baile que trascendiera religiones y creencias. Y entonces con una sencillez pasmosa, la abadesa explicó los gestos del baile: la bondad nace del corazón (se llevaban las manos al corazón), es algo que trasciende a la persona y viene de la dimensión espiritual y nos hace volver a ella (llevaban las manos en alto, las bajaban y las volvían a subir) y la bondad adquiere sentido porque nos lleva a entregarnos a los demás (las manos hacia delante en gesto de ofrenda) y eso nos hace sentir en armonia con nosotros y con la vida (se balanceaban). Y repitieron los gestos ya en silencio a los que nos unimos todos los alli presentes. Lo transcribo de memoria y con mis limitaciones en la comprensión del menorquin, espero no haber traicionado el espiritu de aquello porque fue algo increiblemente hermoso que al menos a mi me conmovió profundamente.  Cinco monjas de clausura bailando en silencio como una oración sentida y vivida más alá de credos y religiones. Ésa es la fe/espiritualidad que yo puedo y quiero compartir.

Para acabar dejo aquí la que hubiera sido mi respuesta a la pregunta, que me rondó toda la noche. Sería algo así como «una buena persona es la que, pudiendo elegir, elige siempre amar».

Y ahora, poc a poc como dicen por aquí, toca regresar y comenzar.

Pepa

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Ligera

Hay vivencias y transformaciones en la vida que son difíciles de expresar, de darles forma con palabras.

Desde que era pequeña he vivido una sensación interna de peso, y no hablo de mi obesidad, que obviamente es parte de esa sensación, hablo de que la vida me pesaba mucho, una sensación de que vivir me resultaba muy cansado, muy agotador. Me ha costado mucho tiempo darme cuenta de que ese agotamiento tenía que ver con mi exigencia interna, con mi intento de llegar a todo, de hacer las cosas bien, con mi culpa por mis errores, con ese prohibirme abandonar el barco, cualquier barco aunque no lo hubiera elegido, aunque no lo quisiera, abandonar me resultaba inasumible. Y no hablemos de la maternidad, de aquellos primeros tiempos de exigirme ser perfecta en todo, en cada pequeño detalle, de no cometer errores, de pensar todo cuarenta veces. Hasta que poco a poco aprendi a dejarme en el vínculo con mi hijo. A confiar. Que palabra mas importante y más difícil de aprender ha sido para mi!

No hablo de que la vida no me gustara, al revés, me apasionaba y me apasiona. Siempre he tenido una capacidad para el placer a prueba de bomba. De hecho recuerdo mi sorpresa cuando hace años, en mis primeros años en Madrid, mis amigas del colegio mayor me hicieron darme cuenta de que cuando yo estaba mal se notaba mucho porque dejaba de reírme. Nunca hubiera pensado que mi risa fuera tan clave en mi identidad. Como cuando me dijeron lo de mis abrazos. O cuando me descubrí en el sexo. O cuando me encontré junto al mar, hace quince años. Esa capacidad de sentir y de gozar, de entusiasmarme (aunque supusiera cargar con el San Benito de exagerada y vehemente) me mantuvo siempre anclada a la vida, por mucho que pesara.

Pero el sufrimiento, el dolor, las prisas, la intensidad, la exigencia..la vida me pesaba. Y cada cierto tiempo tenía esa petición interna de «que paren la vida que me bajo un ratito, solo para descansar».

Por eso cuando ayer un amigo me pregunto como estaba, me salió decirle «ligera». Porque si tuviera que elegir un cambio, uno solo de los muchos que he vivido estos años seria ese. La sensación de haber ido soltando peso. Me queda mucho aun, mucho por soltar, mucho por relajarme. Pero ya no tengo duda sobre que ese «soltar» es garantía de salud y de felicidad para mi. Es una sensación de descanso, de fluidez (que palabra tan mágica esa que descubrí en biodanza) y de claridad.

El otro día hice un cálculo que me dejo impresionada. Voy a pasar tres meses y medio sin tomar un avión. Estamos yendo mucho al aeropuerto a recoger y dejar gente amada que viene a vernos, pero no volamos. Y cuando me puse a pensar cuando fue la ultima vez que estuve tres meses y medio sin volar…18 años. Dieciocho años! Ni siquiera cuando tuve la baja de maternidad, porque vine con el a Menorca, ni siquiera cuando tome una excelencia de tres meses en mi trabajo en Save the Children, hace ya ocho años, que emplee la mitad en viajar por Argentina y Perú. Dieciocho años para dejar pasar los días uno tras otro junto al mar. Llenarlos de conversaciones, agua, luz, campo…y amor. Luego volveré a viajar, claro que si, y seguiré teniendo una vida mucho más movida que la mayoría de la gente, por mi trabajo y porque me gusta, me lo paso bien, porque lo elijo. Los referentes para medir lo que es «mucho» o «poco» son difíciles de delimitar.

Así que aquí me tenéis, aprendiendo a fluir, a descansar, a dejarme. Porque la vida puede pesar mucho, en parte por lo que golpea, en parte por lo que ponemos cada uno en ella. Al menos esa es mi experiencia. Y además es un aprendizaje sin propósito de enmienda 😉 porque cuanto más confío y mas me dejo mejor me va. En los últimos años he hecho las tres apuestas mas arriesgadas de mi vida: ser madre, dejar un trabajo estable para ponerme como consultora independiente, y venirme a vivir al mar. Y cada una de ellas ha traído a mi vida mas gozo del que soy capaz de expresar. Pero para poder apostar, para poder arriesgar y dejarme de aferrar y soltar pesos me hizo falta un trabajo personal profundo, mucha terapia, la biodanza, la osteopatia y otros varios que llegaron a mi vida y yo tome.

Así que ahora cuando veo esta fluidez en mi vida sonrío con esa mezcla de agradecimiento a la vida y honra hacia mi valentía.

Pepa

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Horizontes

Casi imposible describir las sensaciones de estos días.  Como se conmueve el alma al despertarse y ver esto cada día.  Como tu piel se llena de sol y tu alma de emociones que se suceden, con vértigo y gozo hechos uno.

El horizonte desde mi mesa de trabajo
El horizonte desde mi mesa de trabajo

Y como tantas y tantas veces, es mi hijo quien sabe nombrarlo mejor.

El asombro y la incredulidad: «¿sabes mami? Tengo miedo de despertar y que esto sea un sueño y tener que volver a Madrid».

La nostalgia: «No se como expresarlo, mami, pero echo de menos a H. como mi piel» o «El mar sin ellos no es el mismo mar».

Y el vértigo: «Mami, tendrás que tener un poco de paciencia conmigo porque el miedo tarda más en irse que el enfado, y yo soy más pequeño que tu así que mi miedo es mayor» (lección de vida!)

Y la certeza: «Esto es un regalo inmenso, mami» o «¡Soy tan feliz!».

Pues eso, delante de nosotros el infinito. Es la sensación de que se abren tantas posibilidades nuevas ante nosotros y poco a poco toca construirse una vida propia en ellas. De momento, el hogar, la habitación de la que hablaba Virginia Wolf, la tenemos. Y es hermosa. Y como hablábamos hoy en la comida uno de los mayores privilegios es saber que este paraíso lo vamos a poder compartir con quienes amamos. Si no, no sería el mismo paraíso. Como dice José, el mar no sería el mismo.

Pepa

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Madrid

Recuerdo, casi como si fuera ayer, el día que bajé del tren en la estación de Chamartin con mis dieciocho años, mi maleta y mi ansia de vida. Recuerdo que pensé: «puedo girar a la derecha, puedo girar a la izquierda, puedo gritar.. nadie se va a enterar, nadie va a opinar, nadie se lo va a contar a mis padres..» Me sentí libre. Y grité de alegría. Y empecé a caminar con mi maleta.

Han pasado veinticuatro años. Madrid me dio un hogar. Soy una de esas millones de personas que caben en este caos ordenado con leyes no escritas pero tangibles que crean dentro de una misma ciudad universos paralelos que nunca se cruzan, ni siquiera por la calle, reglas no escritas y un movimiento imparable, abrumador cuando llegas, brusco en muchos momentos, pero lleno de vida. Me dio la posibilidad del anonimato que es un bien muy preciado para mi, a pesar de mi profesión pública (o precisamente más aún por ella, no lo sé) y una diversidad social y cultural que nunca antes conocí en la que me sumergí y que se volvió indispensable para mi.

Adoro esta ciudad. Le debo más cosas de las que puedo o sé expresar. Mi hijo es madrileño, aunque intuyo que no de alma, los mejores años de mi vida hasta ahora están enganchados a sus esquinas y a sus gentes. Pequeños restaurantes, cuenta cuentos, los museos, los pequeños teatros, la música, el fluir imparable de gentes de todo tipo, mirarlas pasar en una terraza, las callejuelas, el barrio de las letras, Bravo Murillo o nuestro parque actual, la vista de la ciudad desde aquella facultad, el retiro, Alcalá, los días en la sierra, los trenes, los aviones que siempre me traían de regreso a casa… tantas y tantas cosas que caben en la memoria de mi piel.

Y sobre todo mi gente. Esta mañana José me decía que el saber que sus amiguitos van a venir a Palma y el va a poder verlos al venir a Madrid le era suficiente, que el resto le hacía feliz, que no quería más. Yo me siento igual. Él está radiante, y yo también, aunque más cansada por tanta logística y apuro de las últimas semanas ;-). Sé por la experiencia de Zaragoza que los vínculos profundos no se rompen si se cultivan. No sólo no se rompen sino que adquieren profundidad, y cada vez que te ves es como estar en casa. Si no los cultivas, mueren, pero si los cuidas como bienes preciados se vuelven parte de tu piel, estés donde estés. Por eso hay una parte de Madrid que aunque no lo sepa (que en realidad si lo saben) se viene a vivir a Palma también.

La consciencia y el tiempo que estamos dando a la despedida tiene un valor preciado y precioso. Decirse adiós, te quiero, te abrazo, cambia las cosas. Aunque sé que lo sabes, aunque yo lo sé, aunque te vaya a ver en unas semanas, pero merece la pena decirte gracias, me has hecho increíblemente feliz, me has abierto el alma a una parte de mí que no conocía, me enseñaste a reír, a acariciar, a dejarme acariciar, a bailar, a perdonarme a mi misma, a no ser tan dura ni tan exigente, a temblar. Me devolviste la exacta, pequeña pero exacta, medida de mi hermosura, y ese es un regalo que no tiene precio.

No «eres» sólo una persona, cada uno sabéis quienes sois. El Madrid que viaja conmigo y al que volveré siempre, como vuelvo a mi Zaragoza. Cuando la gente me pregunta de dónde soy suelo decir que de la carretera que une esas dos ciudades. Zaragoza guarda la Pepa niña, Madrid la Pepa mujer. Ahora toca unir el mar a mi geografía interior.

Cuando vuelva a estas líneas será ya en ese mar.

Pepa

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Nuevos cuentos para niños y niñas

Cuando mis compañeros y yo creamos Espirales Consultoría de Infancia fue como hacer un sueño realidad: un sueño profesional, pero un sueño al fin y al cabo. Al establecer su filosofía escribimos que creemos «que el crecimiento personal transforma la labor profesional» y no encuentro mejor prueba de ello que los cuentos que os presento hoy.

Sé que no hubiera escrito estos cuentos si no hubiera sido madre. Tampoco si en el marco de mi crecimiento personal, Begoña Aznárez, una «maga» increíble y una de las mejores profesionales de la psicología que he conocido, no me hubiera ayudado a encontrar mi voz de niña dentro de mí.

Soy una privilegiada, he escrito y he publicado mucho, pero la colección «Cuentos para el alma» de la Editorial Fineo que empieza con estos dos títulos, El lenguaje de los árboles y El mago de los pensamientos, es algo nuevo para mí, algo diferente que brota de mi alma de niña, de madre y de profesional, todo en uno.

El proyecto es una colección sobre los temas que a los adultos a veces nos cuesta encontrar una forma de explicar a los niños y niñas. Cada cuento versará sobre un tema y llevará en la última página, bajo el título «Palabras para el alma de los adultos», unas pautas simples para las madres, padres, abuelos, profes, etc. que quieran contárselo a algún niño o niña, y aprovecharlo como excusa para hablar de esos temas con él o con ella.

Escribí estos cuentos, los publiqué en este blog y mucha gente me persiguió para que los publicara en papel. Y ahí está de nuevo la magia. Las ilustraciones que Martina y Margarita han creado para los cuentos los han hecho nuevos y diferentes e increíblemente mejores. Ahora tienen una luz diferente y más bella. Así que agradezco de corazón a cada una de esas personas que me dijo una y otra vez «Tienes que publicarlos». A Martina y Margarita, las ilustradoras, por todo su arte. Y a Silvia y a la Editorial Fineo, por confiar en mí para este proyecto y hacer un trabajo tan bello.

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El lenguaje de los árboles trata sobre la muerte. O más bien sobre el hilo de amor que une uno y otro lado de la vida. Habla de las personas que tienen el corazón dividido, «mitad en la tierra y mitad en el cielo», y está escrito para los muchos niños y niñas (los que son niños ahora y a esos otros niños y niñas escondidos bajo la piel de los adultos) que tienen su corazón así.

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El mago de los pensamientos habla de las caricias, y de cómo las caricias y los masajes sirven para la autorregulación emocional, para que esos niños y niñas que los adultos dicen que no paran quietos, que no logran ordenar sus pensamientos, o acallarlos o concentrarse… Para que esos niños y niñas tengan un truco «mágico» para poder poner algo de orden dentro de sí. En esos pensamientos que en el fondo no son sino el fruto de su extraordinaria sensibilidad.

Espero que sean los primeros de otros que están por venir, y espero que os gusten. El mes que viene, en Junio, estarán en las librerías españolas y disponibles para comprar on line. Ya los han leído muchos niños y niñas en México y unos cuantos cerquita mío, aquí, en España. De momento, los presentaremos en la feria del libro de Madrid.  Por si os apetece venir, estaré firmando ejemplares en la feria del libro de Madrid el viernes 29 de Mayo de 19 a 21h. en la caseta de UDL, la número 47.

Para mí estos cuentos son algo especial. Y un honor y un regalo inmenso de la vida que los leáis. Corazón y profesión, todo en uno.

Pepa

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Regalos

A lo largo de mi vida he tenido conversaciones muy interesantes sobre la gratitud. Sobre si se debe o no debe sentir, o expresar, o si te posiciona como deudora, sobre si lo que recibes es algo natural…pero para mí la gratitud es parte del alimento del alma y de mi vida. Incluso en los peores momentos, o precisamente en esos momentos más que nunca, siempre he percibido el hilo de amor de la vida. Ese hilo que me rodea, me ampara y me guía, ese hilo que nunca me ha dejado caer. Cada vez que me he sentido desesperada, pequeña o asustada ha habido algo o alguien que ha llegado con un regalo. Un REGALO con mayúsculas, uno de esos dones (palabras, caricias, presencias, silencios, apoyo logístico, sostén, bienes materiales…la lista sería infinita) que me han dado luz, que me han devuelto al sentido.

Seligman dice que una vida plena es una vida con placer, con fluidez y con sentido. Cada día estoy más convencida de que esos tres elementos esconden en sí mismos las claves del bienestar.

El placer y la alegría que generan, ese placer deleitado, sutil o muy evidente, ruidoso y estridente o silencioso, compartido o en solitario…ese placer que alimenta cada poro de mi piel: el aire o el sol en la cara, la luna reflejada en el mar, los baños al amanecer..el agua en todas sus formas en realidad.. los árboles, tocar y ser tocada, el sexo, la comida, el fuego, los abrazos – qué fuente de gozo los abrazos-, los cuentos narrados, la buena conversación, la mirada amada, un buen libro o una buena película..el placer de abandonarse..

La fluidez que caracteriza a las cosas más valiosas de mi vida. Esas que surgen solas, que vivo como llevada por la vida y por su aura, que parece que no hago nada y todo cuadra, aunque en realidad haya hecho multitud de pequeñas cosas para hacer posible la magia. Pero la magia fluye, y conmueve, y me deja entrever que la opción que elegiste es la correcta, mucho más allá de lo que siquiera imaginé. El amor fluye, el mar fluye, las relaciones fluyen…el movimiento es parte de la vida, define la vida.

Y el sentido. Tener un «para qué», un «con quién», un «me gusta lo que veo», un «aporta algo». Un sentido en la oscuridad, en el cansancio, en la noche y en la vorágine. Un sentido que intento no perder de vista cuando la vida parece correr más que yo, sensación que tengo a menudo en mi vida, aunque quizá cada vez menos. Pero el sentido casi siempre tiene que ver con el amor, con un otro, con la trascendencia y con la resiliencia. Para mí es clave sentir que lo que hago tiene un sentido. Y en el fondo estoy convencida de que nos pasa a todos, o al menos a muchos.

Así que acabo con dos regalos. Dos regalos inmensos, inesperados, emocionantes y conmovedores.

El primero tiene historia. Os acordáis cuando os hablé del taller en Cantabria? Ese en el que hicimos un ejercicio que propuso mi hijo? Les pidió a las personas que pensaran en algo bonito que pudieran decirles a sus hijos, algo que les fuera a hacer felices. Me lo propuso a mí, a mí me encantó la idea, lo propuse al grupo, ellos aceptaron y los dos maravillosos coordinadores de aquel curso, Manuel y Sandra, lo recogieron y lo colgaron en el blog del cep de cantabria. Dedicadle diez minutos y veréis. Se os cambiará la cara.

Y el segundo tiene más historia si cabe. Esta semana se cumplieron 100 años del nacimiento de mi padre. El 5 de mayo hubiera cumplido 100 años. Y sin que lo supiéramos nadie en la familia, el Heraldo de Aragón publicó una página hermosísima en recuerdo suyo. El Heraldo además de ser el periódico de toda mi niñez, es el periódico en el que mi padre trabajó durante casi toda su vida como articulista, crítico literario incluso como director en un periodo, además de otras ocupaciones características de un hombre culto, generoso y activo como él. La memoria es un bien escaso en estos tiempos, pero más aún lo es la memoria agradecida. La que honra lo que quienes nos antecedieron nos regalaron, hicieron posible con honradez y bondad.

HA 2015-05-05 – Heraldo de Aragón – CULTURA Y OCIO – pag 48heraldo_aragon_luis_horno

Como les escribí al Heraldo aquél día, mi padre merecía ese homenaje, pero es poco frecuente recibirlo, así que sigue siendo un regalo que agradecimos todos los que le quisimos hondamente, sobre todo por el cariño con el que fue realizado por el equipo del periódico, por Antón Castro y Fernando Solsona. Os dejo el enlace por si queréis leerlo. Es la historia de mi padre. Parte de ella. Y parte de la mía.

Gracias!
Pepa

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