Pepa Horno Goicoechea

Pepa Horno Goicoechea

Deseos

El último día del año. El día del balance, los deseos..qué extraña sensación la de las celebraciones que convierten en únicas y especiales cosas que en realidad son cotidianas. Pero qué importante es celebrar. En el fondo, celebrar es un rito de amor. Y un valor de comunión.

Este fin de año para mí está lleno de luz. Y de paz. He tenido fines de año gozosos, otros para olvidar. Y he tenido fines de año de angustia, y de ausencia. Supongo que como todos. Hoy me acordaba de los fines de año que pasé con mi padre en sus últimos años, de las cenas que montamos en la casa de mis padres con amigos, cuando él ya dormía, anciano, y mi gente se venía a casa para que yo (o yo y mis hermanos) no me quedara sola. Amor, el suyo, el mío, el de mis hermanos y el de mi gente. Me acordaba de las nocheviejas de adolescente, cuando salía con planes tópicos, haciéndome la fuerte y en el fondo anhelando ser elegida. De esas noches recuerdo sobre todo bailar, bailar mucho y largo. Recuerdo un par de fines de año enamorada, tiernamente enamorada. Pienso en lo que deseé en todas esas noches, y me emociono al darme cuenta de que se cumplieron casi todos esos deseos, por no decir todos. Y siempre de una forma inesperadamente más bella, más luminosa, más profunda de lo que pude imaginar al desearlos. Porque la vida, cuando golpea, lo hace más fuerte de lo que una pueda imaginar, hasta dejarte noqueada, pero cuando concede deseos..es luminosa.

Deseé salir de mi ciudad, estudiar lo que quería, viajar, viajar y viajar. Deseé ser madre. Deseé ser amada. Deseé los libros que escribí y mi profesión. Y hoy me encuentro ante la noche de los deseos y pienso: lo que venga, será por añadidura. Porque las cuentas ya salen, porque me siento bendecida, porque salimos del tunel y la vida después de un tunel tiene siempre formas más nítidas y diáfanas. Hubo otros tuneles antes, la pérdida de mis padres, mi hospital (aquella nochevieja de mis 29 años), los años de abrir la caja de pandora de mi propia historia.. pero ninguno como el tunel del dolor de un hijo. Pero ya pasó. Él irradia felicidad, alegría y placidez. Y yo lo miro, nos miro, y miro a nuestra gente amada que sigue rodeándonos esta noche y todas las noches. Y pienso de nuevo: lo que venga en adelante, será por añadidura. Y lo recibiré pequeña y emocionada, como quien recibe un regalo inesperado. No deseo sino más de lo que ya vivo: mirarle crecer, mirar nuestro mar, tiempos con nuestra gente amada y un trabajo pleno de sentido. No tengo anhelos, ni proyectos radicales, de esos que sientes que otorgan sentido a tu vida, ya no. Así que lo que llegue, lo recibiré conmovida, y agradecida.

Pero para quienes me leéis en estas páginas sí tengo un deseo: os deseo un año lleno de amor. Amor del bueno, del que merece deleite y sosiego. Amor de padres, de hijos, de parejas, de amigos…amor. Gracias por estar aqui, a mi lado, sois parte de la luz de un deseo que tuve un día y que se hizo real mucho más allá de lo que pude imaginar.
Pepa

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Cuentos y regalos

Anoche fue la presentación de mis cuentos en uno de mis hogares, Zaragoza. Alli estaban, como siempre, como tantas veces, mi familia, mis amigos y gente que me sigue y confía en mí. Cuando presentas un libro siempre es especial, pero hacerlo con tu gente lo vuelve conmovedor.

Pero es que además ayer me acompañaban en la mesa David Lozano y Pepe Trivez, dos personas a quienes me vincula un hilo de amor, invisible pero real, construido desde gentes a las que los tres queremos, algunas estaban en la sala, otras estaban en la distancia. Ellos dieron al acto un caracter único. Y Pepe escribió un texto que creo que es de lo más hermoso que nadie ha escrito sobre mis cuentos, y lo publicó en su blog y me dio permiso para difundirlo. Así que aquí está el enlace a su texto y a su blog de literatura infantil y juvenil, al que seguro os vais a enganchar. Leedlo y veréis.

Eso y contaros que dentro de quince días es la tercera presentación de los cuentos, y última por el momento, en mi tercera ciudad amada. Nuestra isla rosa, en Palma de Mallorca.

Presentación de “El lenguaje de los árboles” y “El mago de los pensamientos” en Palma de Mallorca
Participan:
Guillem Cladera, director de la Fundación Nazaret
Gemma Izquierdo, responsable de comunicación de la Fundación RANA
Pepa Horno, autora de los cuentos.

Fecha: 15 de diciembre
Hora: 20h.
Lugar: Librería la Biblioteca de Babel
Carrer Arabi 3
Palma de Mallorca

Os incluyo los datos por si queréis acercaros y compartir otro momento único. Me acompañarán personas a las que quiero también, pero sobre todo que representan a dos fundaciones que son de lo mejor que he conocido profesionalmente, a las que me siento orgullosa de apoyar y trabajar de la mano. La Fundación Nazaret que trabaja con niños, niñas y adolescentes en proteción y la Fundación RANA que trabaja para la prevención del abuso sexual infantil y el apoyo a sus victimas. Mi historia con ambas entidades es larga y hermosa, y son sin duda dos de los motivos que me han llevado a vivir a Palma de Mallorca y dos de mis motivos de orgullo como profesional. Si alguien quiere encontrar dos labores a las que apoyar, elegidlas.

presentacion cuentos palma mallorca

Y un último regalo. Os dejo el enlace a una entrevista que me hicieron en la radio el otro día sobre los cuentos. La realizó Julia de Miguel, una psicóloga a la que merece la pena seguir, en un programa que merece escucharse, llamado Vitaminas para el Alma. Y la introducción que me puso un nudo en la garganta la hizo Belén Zarza, coach y periodista, y amiga del alma.

Espero veros en la Librería Babel a los que viváis junto al mar, y al resto que disfrutéis como yo hice el texto de Pepe y la entrevista.
Pepa

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Ocho años

Hoy es nuestro octavo cumpleaños de familia. Hace ocho años que conocí a mi hijo. Qué pocas veces tenemos en la vida la certeza de estar viviendo momentos trascendentes, momentos de esos que sabes que cuando seas ancianita le contarás a tus nietos. Muchos de esos momentos ocurren sin que sepas que lo son, sólo a posteriori llegas a comprender que justo en ese instante pasó algo mágico, algo que te trasformó. Pero hay momentos en que lo sabes con todo tu ser.

Recuerdo aquella puerta que se abrió, aquel niño que jugaba con juguetes y me miró desde el suelo y me sonrió y me tendió un juguete. Recuerdo aquella mujer que dijo «éste es José, éste es tu hijo». Recuerdo aquella sensación de vértigo y gozo, todo en uno, en la tripa. Recuerdo como el mundo a nuestro alrededor se detuvo para sentarme a jugar con el, pendiente de cada detalle, de cada gesto suyo, de su sonrisa o de su mirada.

Y me doy cuenta de que no he dejado de hacerlo. Sigo mirándolo, sigo ajustando mi vida, mis tiempos, mis opciones a las suyas. Sigo parando el mundo, aunque con el tiempo y la rutina a menudo me toca empujarle a él o a los dos, para alcanzar el ritmo del mundo. Pero aquella magia sigue presente. Sólo que más. Y mejor.

En estos ocho años como familia hemos pasado muchas cosas. Más de las que se explicar. Aquel primer año intentando ser perfecta, los siguientes de remanso de paz, estos dos últimos de afrontar monstruos…hemos tenido de todo. Y ahora le miro, nos miro y no puedo parar de sonreír.

La semana que viene cumplirá nueve años. Y lo hace en una casa nueva, un cole nuevo, un lugar nuevo..en el que parece que llevemos ya media vida, pero nuevo. Lo celebra rodeado de amiguitos nuevos y de presencias amorosas a éste y el otro lado del mar, y sin ese desasosiego dentro que a ratos no le dejaba crecer. Todo es diferente, salvo una cosa: la magia entre nosotros. Ésa no ha cambiado, sólo se ha hecho más profunda, más radical, como las raíces de un árbol.

Hoy antes de dormir me ha dicho una de las cosas más hermosas que me han dicho jamás. Cuando yo le decía el regalo que ha supuesto en mi vida, lo feliz que he sido y sigo siendo estos ocho años siendo su madre, va y dice: «para mí también eres lo mejor que me ha pasado en la vida, eres una mamá genial y me has enseñado lo que hay dentro de mi». Le he dicho «espero que sepas que una maravilla» y el «sí, lo sé, tú me la has mostrado».

Pues eso, magia. La magia no es un lugar bucólico. Nuestra magia ha sobrevivido al miedo, a la angustia de los monstruos, a la injusticia del maltrato, a su miedo al abandono, a mi miedo a fracasar…a muchas cosas. Pero los hilos del amor hacen magia. Y después de mirar de cara a los monstruos suyos y míos, míos y suyos mas bien, venirnos al borde del mar y al cole en el bosque, todavía más aun.

Así que ahora mismo sólo me queda sonreír, sentirme bendecida y atesorar este momento. Como aquel primer día, con plena consciencia del camino recorrido para llegar hasta aquí.

Pepa

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Presentación de los cuentos en Zaragoza el viernes 27 de noviembre a las 19h.

Hace muchos años, cuando presenté mi primer libro en Zaragoza, mi amigo Carlos habló de la «geografía de mis afectos». Pocas veces he escuchado una expresión más certera, porque publicación a publicación, siempre vuelvo a mis tres lugares: Madrid, Zaragoza y Palma. Los lugares que explican quien soy, los lugares donde he vivido o vivo. Hay otros lugares, por supuesto, que guardan memorias y retazos de mí, pero estos tres me definen.

Así que aquí me tenéis, recibiendo un nuevo regalo, un nuevo encuentro, un regreso a uno de mis hogares. La presentación de «El lenguaje de los árboles» y «El mago de los pensamientos» en Zaragoza el viernes 27 de noviembre a las 19h en la Fnac de Plaza España.

presentacion cuentos en zaragoza

Y lo considero un regalo porque de nuevo me acompañan en el acto dos personas que harán el encuentro mejor, más profundo y más luminoso. Ellos y yo nos seguimos, nos reconocemos y nos sonreimos de espacio en espacio, de encuentro en encuentro. Compartimos un origen, el cole de Marianistas de Zaragoza, y muchos afectos en común, algunos que estarán presentes, otros que nos seguirán desde lejos. Pero los hilos del cariño son así, crean nuevas geografías que no conocen distancias o fronteras 😉

Pero no sólo nos une lo personal. Nos une la literatura. David Lozano se ha convertido en uno de los escritores de referencia en literatura juvenil y Pepe Trivez tiene una de las mejores bibliotecas colegiales que he conocido y un blog de literatura infantil de los que merece la pena seguir.

Así que ahi os esperamos. Para disfrutar y para conversar. Para mí es un regalo, y un privilegio.

Pepa

Amada

Recrearse, tejer redes nuevas, dejar que mi alma vaya anidando en nuestra isla, y llegar a tener una cierta sensación de rutina, bendita rutina! Muchas tareas del alma, de la mía y de la de mi hijo, por no hablar de las otras tareas, las del mundo, el trabajo y la logística.

Cada vez que alguien me pregunta que tal en Mallorca se me pone cara de boba, la misma que tengo por las mañanas en el desayuno, o al volver a casa o al recoger a mi hijo en el cole. Todo es nuevo, y diferente. ¡Y cuánto me cuesta no adelantar procesos, no intentar saltarme pasos, no acelerar caminos! Pero no funciona. El alma tiene sus tiempos.

Esta semana por fin hemos tenido sensación de hogar, de rutina, de horarios, de cotidianidad. Pero, aún así, nos están llegando tantos regalos que no me queda otro que arrobarme.

Desde los pequeños grandes detalles como los amaneceres y los cielos increíbles de cada mañana. Esa luz que me trajo a este rincón junto al mar. O nuestras compañeras de camino al cole, la madre y la hija con las que compartimos desplazamientos y que han llegado como presencia amorosa y auténtica a nuestras vidas, convirtiendo el camino diario en risa continua y las mañanas que no me toca subir a mi en desayunos plácidos en mi terraza frente al mar.

Sobre el cole podría escribir y no parar. Un cole que casi no parece un cole si no fuera porque es lo que siempre creí que podría o desearía que fuera cada cole. Lo creí y lo sigo creyendo. No es perfecto porque es humano, pero está lleno de regalos cotidianos: el bosque, el huerto, la cocina, los telares..pero sobre todo la consciencia hacia los niños, cada gesto de los educadores, el silencio lleno de música y risas, las caricias, la creatividad en las metodologías (enseñar a multiplicar con los sonidos de los pájaros, sólo por mencionar alguna). Que mi hijo haya pasado de salir corriendo y chillando del cole a salir caminando, abrazarte y decirte «hola mami». Y eso que le queda mucho camino por recorrer antes de anidar su espacio de forma armónica.

Y desde el cole, desde mi trabajo, y los amigos que ya teníamos aquí, el inmenso regalo de hogares que nos acogen, paseos en patinete, terrazas para ver estrellas fugaces, escapadas mañaneras a calas perdidas o tardes en casas en el campo. Una red de gente amada que se hace presente, cuidándonos con un mimo que a mi me conmueve.

Pero no es sólo lo que llega de nuevo, de inesperado, de conmovedor. Sino las presencias amadas que se hacen presentes. La semana pasada fuimos a Madrid por primera vez en casi cuatro meses. Y fue toda una experiencia. Fueron cinco días con una mochila para dormir en diferentes casas y ver así a toda la gente amada que fuimos capaces de ver, además de dar dos cursos, tener una reunión de espirales y presentar los cuentos. Fue como si no nos hubiéramos ido al estar con la gente y al mismo tiempo sentirnos ya fuera por la logística. Nos sucedió algo importante a los dos, a mi hijo y a mi. Yo me sentí fuera de Madrid, todo lo bien que me sentí con la gente que por momentos era como si nunca me hubiera ido, me sentí ajena a la ciudad. Los ritmos, las distancias, el ruido, la agresividad que también era la mía hasta hace bien poco, me parecieron mucho más duras. Comprobé una vez mas como cuando vives en un lugar, te haces al lugar y sus maneras y llegas a acostumbrarte tanto que casi no lo percibes. Hasta que sales de allí, y vives cosas diferentes y vuelves, y miras lo mismo con ojos diferentes. Me ha pasado varias veces en mi vida, con Zaragoza donde vivi dieciocho años, cuando deje mi trabajo en Save the children después de once años, y ahora con Madrid, entre otras.

Pero lo de mi hijo me asombró. Hizo un intensivo de amiguitos de Madrid, y fue feliz. Y yo estaba algo preocupada por la vuelta, por si le daba la nostalgia, por si se desajustaba. Y fue todo lo contrario. Ha sido como si ver que su gente seguía allí le diera seguridad y al mismo tiempo pudiera comparar también las dos vidas. No sé lo que fue, pero al volver el ansia que ha tenido durante estos meses, la aceleración desapareció. Esta sencillamente radiante.

Cuando me fui de Zaragoza a vivir a Madrid comencé una costumbre que no deje durante todos estos años, que fue la de ir de visita al menos una vez al mes. Los primeros años con las enfermedades de mis padres fueron muchas mas veces, y luego cuando fallecieron la gente me decía «dejarás de venir». Pero no fue así, tenía a mi familia y a mis amigos, y los kilómetros se convertían en un precio que no me importaba pagar con tal de verles, abrazarles y mantener el vínculo. Cuando llego mi hijo le incorporé a los viajes, y logré que el sintiera Zaragoza también como parte de su vida y de su alma. Con el cambiaron los ritmos, obviamente, y la reciprocidad pasó a ser necesaria, pero funciono.

Pues ahora con Madrid me reafirmo de nuevo en ese ritual. Ir es importante, mantener los hilos para que se hagan más sólidos si cabe, más profundos, en distintos escenarios, pero con igual profundidad. Es toda una apuesta de vida, que no sé si podré mantener en el tiempo, pero este viaje y sus efectos en mi hijo me ha recordado que tocar a las personas que amas, abrazarlos, mirarlos a la cara, besarlos, sirve de alimento para el alma, estés donde estés. Y que con ese alimento puedes volar. Siempre recuerdo cuando vivían mis padres y volvía a pasar un fin de semana a casa me esperaban siempre en la puerta y me abrazaban. Siempre salían a recibirte y, mi madre especialmente, solía abrazarme muy largo y luego me decía «ya tienes tu dosis de mimos para el mes». Yo tenía dieciocho años pero nunca olvide como me sentía en aquellos abrazos. Porque es verdad, una buena dosis de mimos te da fuerzas para volar lejísimos.

Y no quiero acabar sin contar algo muy especial que paso en la presentación de los cuentos en Madrid. En realidad todo el acto fue especial, Belén y Fidel con sus intervenciones, la gente que asistió, ¡tanta gente y tan amada!, las anécdotas de la gente que esta ya usando los cuentos con sus hijos, sus nietos o en las aulas (segun me contaron, mis amigas educadoras infantiles, cómo no, andan haciendo que sus niños se acaricien sus pensamientos en la cabeza cuando se ponen nerviosos siguiendo mi cuento de «El mago de los pensamientos» y parece que les funciona tan bien que los niños de sus clases quieren acariciar los de otras maestras porque dicen que gritan mucho y que deben estar muy nerviosas y necesitarlo como ellos ;-)).

Pero mi hijo puso el broche de oro. Al principio el y  sus amiguitos complicaron bastante el acto, porque seis niños de entre cinco y ocho años corriendo y subiendo al estrado y bajando dieron al acto un toque caótico por otro lado muy propio de la presentación de unos cuentos para niños 😉 pero que a mi me obligó a un esfuerzo de contención importante para no dar un bufido a José en algunos momentos. Pero cuando llego el turno de preguntas y José se había subido al estrado conmigo, hubo el siguiente diálogo entre José y uno de las personas del público:

– Yo te quiero hacer una pregunta a ti, José.

– ¿A mi?

– Si, a ti.

– Ah, vale.

– ¿Tú cómo te sientes al tener una madre que escribe cuentos, que habla en público, que ayuda a la gente..?

– (breve silencio) amado.

Asi. No dijo más. «Amado». Y entonces se hizo un murmullo en la sala conmovido, y yo lo abracé y dije «¿veis? Luego va y da estas contestaciones y es casi imposible no perdonarle todo lo demás». Risas generalizadas.

Así que supongo que eso es lo que quiero decir en el fondo después de todo lo que llevo escrito, que me siento amada en esta nueva vida, por los que ya estaban y por los que están llegando. AMADA.

Y os dejo por si os apetece verlo un vídeo de dos minutos que me grabaron para la difusión de los cuentos. Es bonito y sobre todo, está lleno de amor, el de quien lo grabó  y el mío.

Pepa

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Presentación de «El lenguaje de los árboles» en Madrid el jueves 1 de octubre a las 19h.

La vida nos hace regalos. En realidad los hace cada día pero no siempre mantenemos la consciencia suficiente para vivirlos y deleitarnos en ellos. Al menos yo. Pero cada cierto tiempo me llegan regalos que sí veo, de los que soy plenamente consciente. Regalos envueltos en papel celofán, con un lazo enorme, imposible de no ser vistos, palpados y deleitados.

pepa_horno_lenguaje_arbolespepa_horno_mago_pensamientosLa presentación de mis primeros cuentos «El lenguaje de los árboles» y «El mago de los pensamientos» en Madrid, es uno de esos regalos. Ya los firmé en la feria del libro en primavera, pero este acto es distinto. Y no por los cuentos, o por mí, sino por quienes me acompañan en él.

A Fidel Delgado no hace falta ni presentarlo. Para los pocos que no lo conozcáis, mirad este vídeo, o este otro, más corto, y veréis. Es uno de esos profesionales que consigue que no pares de reír mientras te está metiendo una carga de profundidad de tal magnitud que cuando quieres darte cuenta te ha acariciado el alma para siempre. Creedme, sólo por oírle la tarde merecerá la pena.

Y Belén Zarza, una coach y profesional increíble, pero además amiga del alma, madre del amigo del alma de José, y enlazadora de mundos. Una de esas personas cuya mirada te ilumina y que genera una estela que comprobaréis si venís y de cuya longitud ella aún no es suficientemente consciente.

Hablaremos de cuentos, de niños y niñas (y de la parte niño de los adultos), de poesía, del amor, de la muerte y de los sueños. Es un menú sencillamente irresistible.

Así que a las y los madrileños que queráis, os esperamos el día 1 de octubre a las 19h en la Fnac de Castellana (metro Nuevos Ministerios). Prometo abrazo y firma, por ese orden ;-).

Pepa

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Nuestra isla rosa

Ahora sí que sí. Se acabaron las vacaciones. Acabamos de llegar a casa y la cara de gozo que ha puesto el peque al llegar ha sido impagable. Reflejaba tanta alegría casi como la mía, en esta isla de atardeceres rosas que ya sentimos como hogar. Es nuestra isla rosa.

No recuerdo unas vacaciones tan largas y tan vacaciones en mucho tiempo. Hace poco leía este artículo de Almudena Grandes y me sonreía, porque nunca antes he puesto tantas lavadoras y cambiado sábanas, y comprado comida y cocinado (definitivamente tendré que ampliar mis habilidades culinarias) y llevado y traido a gente. Pero como dicen por aquí, eso es parte de ser mallorquin, va en el «pack» lo seas de origen o de adopción, las visitas del verano.

Pero ya acabaron y toca un año lleno de novedades. Novedades en la geografía. Aquí se vive mucho más en contacto con la naturaleza, el mar y la montaña, y para una urbanita como yo ésa es toda una novedad. Además he pasado 24 años viviendo en una misma ciudad, y ahora vivimos en una isla que en cierto modo conozco pero en la que todo o mucho es nuevo para mí, así que he pasado el verano descubriendo lugares a cual más bello. Es una sensación que no recordaba hace mucho: la de tener mucho por visitar, conocer y descubrir. Reconozco que Mallorca me ha producido una sensación paradójica quizá para lo que yo esperaba o lo que dicen que te pasa viniendo de Madrid: me ha parecido grande ;-).

Pero también novedades en la geografía de mis afectos. Andamos aprendiendo una nueva forma de relacionarnos con nuestra gente amada de Madrid e intentando enseñar a mi hijo algo que yo ya conozco bien por mis afectos de Zaragoza: cómo mantener vinculos profundos a distancia, el valor del teléfono, de los mensajes, del skype y de los recuerdos… Pero también vamos incorporando cotidianeidad a nuestros vínculos de aquí que se van profundizando además de ampliando, llenando de matices y colores, y que han abierto su corazón para recibirnos y hacernos sentir en casa.

Y como no hay dos sin tres, también novedades laborales, donde Espirales volverá a recrearse en los próximos meses con cambios varios. En fin, novedades, es tiempo de cambios.

Pero de momento el verano acaba y toca volver a la rutina. El peque anda anhelando empezar su cole nuevo, estar con sus amigos y en nuestro hogar, y yo, aunque con algo de pereza de volver a lo laboral por lo mucho que he desconectado del trabajo para conectar con lo importante, también abierta a lo que está por venir.

Hemos tenido momentos de belleza increíbles este verano, y de mucho amor. Ha venido mucha de nuestra gente a conocer nuestro hogar, hicimos una fiesta de inauguración de la casa con toda nuestra gente de aquí, mezclamos a nuestra gente de aquí y allí en excursiones, días de playa y campo, tuvimos atardeceres increibles (comparto uno de ellos aunque por la tormenta de ese día no sea de los atardeceres rosas), comidas y cenas en la terraza, encuentros increibles, excursiones a la cabrera (por ahora y sin duda, mi rincón favorito de los visitados) y largas conversaciones. Hemos visto peces de todos los colores, y corales y aguas cristalinas. Mi hijo sigue teniendo un imán especial para los animales y pescó peces, cangrejos, una estrella de mar, un pulpo, una sepia…aparte de hipnotizar a gecos varios y obsesionarse por los gatos del barrio hasta cometer auténticas imprudencias.

1439139943902Tengo que reconocer que si tuviera que decir cuál es mi verano perfecto, se parecería bastante a éste (y no pensé que diría esto acostumbrada a viajar los veranos), aunque la novedad del cambio y los miedos que conlleva, la excitación de tanta gente, tanta ida y venida, y movimiento me haya pasado factura en algunos momentos, a mí y al peque. Además de que los veranos implican mucha convivencia, y en nuestro caso sin descanso.

Quiero mostrar aqui una de las cosas bellas de este verano. Resulta que cuando llegamos a nuestra casa, cuando ya supimos que viviriamos aqui, el primer día, José se dedicó a decir dónde quería poner los muebles y a sugerir cosas para la casa que en gran medida yo acepté. Y cuando llegó a la consulta/cuarto de invitados, dijo «en esa pared, mami, vamos a pintar el arbol de la vida». Tal cual. ¿Por qué lo dijo y por qué para esa pared? Ni idea, pero a mí me pareció una idea tan increible que le dije que lo haríamos. Y enseguida pensé en mi hermana y su sensibilidad para la belleza. Así que le pedí que cuando viniera lo pintaran juntos, tia y sobrino. Fue un gesto de amor. Para ella pintarlo, para mí ofrecerselo. Y aqui os dejo el resultado de un día entero pintando tia y sobrino mano a mano, que como siempre cuando se trata de un acto de amor, supera lo imaginado.

1437420894533Y acabo hoy con el relato de otro gesto de amor. Esta última semana, cuando acabaron las visitas, nos escapamos a nuestra querida Menorca. Una semana que ha sido intensa y llena de cosas inesperadas. Y con una de ellas quiero acabar hoy, uno de esos momentos mágicos que te regala la vida. La vida y las personas, en realidad. Mi amigo Vicenc Arnaiz organizó junto con un grupo de personas un encuentro que llamó «Qué significa ser buena persona en el siglo XXI?» Ahi es nada. El acto era la presentación de un montaje de fotos que hicieron varios fotógrafos en torno a esa pregunta junto con los textos que varias personas conocidas en la isla escribieron en torno a la pregunta y a cada fotografía. Con eso hicieron un montaje, e invitaron a Francesc Torralba a dar una pequeña conferencia al respecto. Hasta ahi precioso, pero dentro de lo que podía esperarme siendo Vicenc, Torralba, siendo Menorca y con una idea tan sencilla como bonita. Vicenc dijo que la gente buena nos enseñaba a soñar, y unos y otros hablaron de la bondad vinculada al amor al otro, a la consciencia del otro, al saber mirar, a la bondad más allá de siglos, historia, culturas o religiones, al perdón, a la sencillez. Recuperaron esa frase tan inteligente que dice algo así como «se puede ser bueno y no ser feliz, pero no se puede ser feliz sin ser bueno». Hubo una pregunta curiosa dado el contexto donde estábamos sobre si los lugares pequeños favorecen la bondad y una respuesta inteligente y elegante de Torralba diciendo que aunque teóricamente quisiéramos creer que sí, no lo tenía nada claro. Fue muy bonito.

Pero lo que no me podía imaginar es lo que me encontré como cierre del acto. El acto se realizó en el patio del convento de clausura de Santa Clara en Ciutadella, con cientos de personas sentadas en sillas. Y para finalizar salieron las monjas de clausura, cinco monjas que con una inmensa sencillez dieron las gracias a todo el mundo, dijeron que se sentían honradas porque algo tan profundo hubiera ocurrido en aquel lugar y que para cerrar habian decidido hacer un baile. Dijeron que ser buena persona era algo que trascendía a la religión, que no tenía que ver con la religión sino con la dimensión espiritual de la vida en la que tenía cabida todas las religiones y pensamientos, así que querían cerrar el acto con un baile que trascendiera religiones y creencias. Y entonces con una sencillez pasmosa, la abadesa explicó los gestos del baile: la bondad nace del corazón (se llevaban las manos al corazón), es algo que trasciende a la persona y viene de la dimensión espiritual y nos hace volver a ella (llevaban las manos en alto, las bajaban y las volvían a subir) y la bondad adquiere sentido porque nos lleva a entregarnos a los demás (las manos hacia delante en gesto de ofrenda) y eso nos hace sentir en armonia con nosotros y con la vida (se balanceaban). Y repitieron los gestos ya en silencio a los que nos unimos todos los alli presentes. Lo transcribo de memoria y con mis limitaciones en la comprensión del menorquin, espero no haber traicionado el espiritu de aquello porque fue algo increiblemente hermoso que al menos a mi me conmovió profundamente.  Cinco monjas de clausura bailando en silencio como una oración sentida y vivida más alá de credos y religiones. Ésa es la fe/espiritualidad que yo puedo y quiero compartir.

Para acabar dejo aquí la que hubiera sido mi respuesta a la pregunta, que me rondó toda la noche. Sería algo así como «una buena persona es la que, pudiendo elegir, elige siempre amar».

Y ahora, poc a poc como dicen por aquí, toca regresar y comenzar.

Pepa

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Ligera

Hay vivencias y transformaciones en la vida que son difíciles de expresar, de darles forma con palabras.

Desde que era pequeña he vivido una sensación interna de peso, y no hablo de mi obesidad, que obviamente es parte de esa sensación, hablo de que la vida me pesaba mucho, una sensación de que vivir me resultaba muy cansado, muy agotador. Me ha costado mucho tiempo darme cuenta de que ese agotamiento tenía que ver con mi exigencia interna, con mi intento de llegar a todo, de hacer las cosas bien, con mi culpa por mis errores, con ese prohibirme abandonar el barco, cualquier barco aunque no lo hubiera elegido, aunque no lo quisiera, abandonar me resultaba inasumible. Y no hablemos de la maternidad, de aquellos primeros tiempos de exigirme ser perfecta en todo, en cada pequeño detalle, de no cometer errores, de pensar todo cuarenta veces. Hasta que poco a poco aprendi a dejarme en el vínculo con mi hijo. A confiar. Que palabra mas importante y más difícil de aprender ha sido para mi!

No hablo de que la vida no me gustara, al revés, me apasionaba y me apasiona. Siempre he tenido una capacidad para el placer a prueba de bomba. De hecho recuerdo mi sorpresa cuando hace años, en mis primeros años en Madrid, mis amigas del colegio mayor me hicieron darme cuenta de que cuando yo estaba mal se notaba mucho porque dejaba de reírme. Nunca hubiera pensado que mi risa fuera tan clave en mi identidad. Como cuando me dijeron lo de mis abrazos. O cuando me descubrí en el sexo. O cuando me encontré junto al mar, hace quince años. Esa capacidad de sentir y de gozar, de entusiasmarme (aunque supusiera cargar con el San Benito de exagerada y vehemente) me mantuvo siempre anclada a la vida, por mucho que pesara.

Pero el sufrimiento, el dolor, las prisas, la intensidad, la exigencia..la vida me pesaba. Y cada cierto tiempo tenía esa petición interna de «que paren la vida que me bajo un ratito, solo para descansar».

Por eso cuando ayer un amigo me pregunto como estaba, me salió decirle «ligera». Porque si tuviera que elegir un cambio, uno solo de los muchos que he vivido estos años seria ese. La sensación de haber ido soltando peso. Me queda mucho aun, mucho por soltar, mucho por relajarme. Pero ya no tengo duda sobre que ese «soltar» es garantía de salud y de felicidad para mi. Es una sensación de descanso, de fluidez (que palabra tan mágica esa que descubrí en biodanza) y de claridad.

El otro día hice un cálculo que me dejo impresionada. Voy a pasar tres meses y medio sin tomar un avión. Estamos yendo mucho al aeropuerto a recoger y dejar gente amada que viene a vernos, pero no volamos. Y cuando me puse a pensar cuando fue la ultima vez que estuve tres meses y medio sin volar…18 años. Dieciocho años! Ni siquiera cuando tuve la baja de maternidad, porque vine con el a Menorca, ni siquiera cuando tome una excelencia de tres meses en mi trabajo en Save the Children, hace ya ocho años, que emplee la mitad en viajar por Argentina y Perú. Dieciocho años para dejar pasar los días uno tras otro junto al mar. Llenarlos de conversaciones, agua, luz, campo…y amor. Luego volveré a viajar, claro que si, y seguiré teniendo una vida mucho más movida que la mayoría de la gente, por mi trabajo y porque me gusta, me lo paso bien, porque lo elijo. Los referentes para medir lo que es «mucho» o «poco» son difíciles de delimitar.

Así que aquí me tenéis, aprendiendo a fluir, a descansar, a dejarme. Porque la vida puede pesar mucho, en parte por lo que golpea, en parte por lo que ponemos cada uno en ella. Al menos esa es mi experiencia. Y además es un aprendizaje sin propósito de enmienda 😉 porque cuanto más confío y mas me dejo mejor me va. En los últimos años he hecho las tres apuestas mas arriesgadas de mi vida: ser madre, dejar un trabajo estable para ponerme como consultora independiente, y venirme a vivir al mar. Y cada una de ellas ha traído a mi vida mas gozo del que soy capaz de expresar. Pero para poder apostar, para poder arriesgar y dejarme de aferrar y soltar pesos me hizo falta un trabajo personal profundo, mucha terapia, la biodanza, la osteopatia y otros varios que llegaron a mi vida y yo tome.

Así que ahora cuando veo esta fluidez en mi vida sonrío con esa mezcla de agradecimiento a la vida y honra hacia mi valentía.

Pepa

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Horizontes

Casi imposible describir las sensaciones de estos días.  Como se conmueve el alma al despertarse y ver esto cada día.  Como tu piel se llena de sol y tu alma de emociones que se suceden, con vértigo y gozo hechos uno.

El horizonte desde mi mesa de trabajo
El horizonte desde mi mesa de trabajo

Y como tantas y tantas veces, es mi hijo quien sabe nombrarlo mejor.

El asombro y la incredulidad: «¿sabes mami? Tengo miedo de despertar y que esto sea un sueño y tener que volver a Madrid».

La nostalgia: «No se como expresarlo, mami, pero echo de menos a H. como mi piel» o «El mar sin ellos no es el mismo mar».

Y el vértigo: «Mami, tendrás que tener un poco de paciencia conmigo porque el miedo tarda más en irse que el enfado, y yo soy más pequeño que tu así que mi miedo es mayor» (lección de vida!)

Y la certeza: «Esto es un regalo inmenso, mami» o «¡Soy tan feliz!».

Pues eso, delante de nosotros el infinito. Es la sensación de que se abren tantas posibilidades nuevas ante nosotros y poco a poco toca construirse una vida propia en ellas. De momento, el hogar, la habitación de la que hablaba Virginia Wolf, la tenemos. Y es hermosa. Y como hablábamos hoy en la comida uno de los mayores privilegios es saber que este paraíso lo vamos a poder compartir con quienes amamos. Si no, no sería el mismo paraíso. Como dice José, el mar no sería el mismo.

Pepa

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Madrid

Recuerdo, casi como si fuera ayer, el día que bajé del tren en la estación de Chamartin con mis dieciocho años, mi maleta y mi ansia de vida. Recuerdo que pensé: «puedo girar a la derecha, puedo girar a la izquierda, puedo gritar.. nadie se va a enterar, nadie va a opinar, nadie se lo va a contar a mis padres..» Me sentí libre. Y grité de alegría. Y empecé a caminar con mi maleta.

Han pasado veinticuatro años. Madrid me dio un hogar. Soy una de esas millones de personas que caben en este caos ordenado con leyes no escritas pero tangibles que crean dentro de una misma ciudad universos paralelos que nunca se cruzan, ni siquiera por la calle, reglas no escritas y un movimiento imparable, abrumador cuando llegas, brusco en muchos momentos, pero lleno de vida. Me dio la posibilidad del anonimato que es un bien muy preciado para mi, a pesar de mi profesión pública (o precisamente más aún por ella, no lo sé) y una diversidad social y cultural que nunca antes conocí en la que me sumergí y que se volvió indispensable para mi.

Adoro esta ciudad. Le debo más cosas de las que puedo o sé expresar. Mi hijo es madrileño, aunque intuyo que no de alma, los mejores años de mi vida hasta ahora están enganchados a sus esquinas y a sus gentes. Pequeños restaurantes, cuenta cuentos, los museos, los pequeños teatros, la música, el fluir imparable de gentes de todo tipo, mirarlas pasar en una terraza, las callejuelas, el barrio de las letras, Bravo Murillo o nuestro parque actual, la vista de la ciudad desde aquella facultad, el retiro, Alcalá, los días en la sierra, los trenes, los aviones que siempre me traían de regreso a casa… tantas y tantas cosas que caben en la memoria de mi piel.

Y sobre todo mi gente. Esta mañana José me decía que el saber que sus amiguitos van a venir a Palma y el va a poder verlos al venir a Madrid le era suficiente, que el resto le hacía feliz, que no quería más. Yo me siento igual. Él está radiante, y yo también, aunque más cansada por tanta logística y apuro de las últimas semanas ;-). Sé por la experiencia de Zaragoza que los vínculos profundos no se rompen si se cultivan. No sólo no se rompen sino que adquieren profundidad, y cada vez que te ves es como estar en casa. Si no los cultivas, mueren, pero si los cuidas como bienes preciados se vuelven parte de tu piel, estés donde estés. Por eso hay una parte de Madrid que aunque no lo sepa (que en realidad si lo saben) se viene a vivir a Palma también.

La consciencia y el tiempo que estamos dando a la despedida tiene un valor preciado y precioso. Decirse adiós, te quiero, te abrazo, cambia las cosas. Aunque sé que lo sabes, aunque yo lo sé, aunque te vaya a ver en unas semanas, pero merece la pena decirte gracias, me has hecho increíblemente feliz, me has abierto el alma a una parte de mí que no conocía, me enseñaste a reír, a acariciar, a dejarme acariciar, a bailar, a perdonarme a mi misma, a no ser tan dura ni tan exigente, a temblar. Me devolviste la exacta, pequeña pero exacta, medida de mi hermosura, y ese es un regalo que no tiene precio.

No «eres» sólo una persona, cada uno sabéis quienes sois. El Madrid que viaja conmigo y al que volveré siempre, como vuelvo a mi Zaragoza. Cuando la gente me pregunta de dónde soy suelo decir que de la carretera que une esas dos ciudades. Zaragoza guarda la Pepa niña, Madrid la Pepa mujer. Ahora toca unir el mar a mi geografía interior.

Cuando vuelva a estas líneas será ya en ese mar.

Pepa

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