No sé muy bien cuando empezó. Quizá hace dos años cuando me encontré de nuevo sola en casa o celebré aquel cumpleaños loco. Quizá hace unos meses que terminé de ordenar papeles, redimensionar dolores, resignificar vivencias y recolocar relaciones. Puedes que hace unos meses cuando empecé la formación de Aliento y Voz y fui capaz de llorar cantando a mí niña. Quizá hace unas semanas cuando fui aún más consciente de mi cambio de ritmo interno y decidí comenzar la retirada camino del porche frente al mar. Puede que la semana pasada cuando encontré impreso en casa de una amiga el texto que escribí con 29 años cuando me supe viva y curada después de un tumor y tomé la decisión de soltar el dolor y vivir. Quizá en una comida hace unos días donde nombré emocionada catorce años o en una cena donde llegaron dos ballenitas a casa, con amor y alevosía.

Sé seguro que ya era realidad anteayer en un día de veintidós horas seguidas despierta donde lloré conmovida y privilegiada por amor y con amor y ternura con tres hombres maravillosos, uno tras otro, pero sobre todo ante aquel álbum de esa madre que sin estar sigue estando en cada poro de la piel de su hijo y sus nietos. Veintidós horas de amor hasta esa cena en el aeropuerto o aquella última llamada amada. Y sé que fue certeza ayer en las risas de la sala, la vista de la tramontana en el café y la respiroteca frente al mar imposible de describir con mediana dignidad en este blog. Dos días que atesoraré toda mi vida.
Porque las cosas más importantes de la vida se van fraguando poco a poco. Y aprender a respirar desde las entrañas, aprender a habitar tu vida siendo aceleradora de partículas y con la certeza de la posibilidad de cambiar tantas cosas y a tantas personas…no es nada fácil. He necesitado muchos años desde aquella decisión a los 29 años, años de intensidad, agendas, viajes y escalofríos para llegar a poder sostener tanto amor en las miradas de quienes me rodean. Porque sostener esas miradas en esas comidas, en esas cenas, en esas salas es darles valor de verdad. Es sentirte y saberte diga de ser amada, valiosa y a momentos extraordinaria. Saber que puedes incómoda y maravillosamente señalar. Saber que puedes ayudar a que la gente vuele, sienta el aire bajo sus alas aún temblando. Saber que lo sabes. Y ser consciente de que cada respiración se vuelve eco, guía, huella. Y se trata de poner sonido a ese eco o como me está pasando, quedarme cada vez más callada, simplemente viviendo en esas caricias en forma de mirada.
Respira, caricia, respira, caricia, respira, caricia.
Pepa
[…] tal y como escribí el último día, a dar valor de verdad a las miradas que me rodean y a respirar. Ando de retirada de muchas cosas y enganchada al […]
[…] Así que merece la pena acabar por aquí. Por lo que significa renovarse, cambiar, arriesgarse. Un artista crece y se transforma y por el camino hay gente que le sigue emocionada y gente, como yo, por suerte la más escasa en este caso, que se pierde por el camino. No se me ocurre mejor final para esta primera entrada de la segunda vida de este blog. La vida es cambio, ya lo dijeron los filósofos en la antigüedad y lo dicen en el sureste asiático cuando se refieren a su río, el Mekong. Ellos dicen «el Mekong siempre fluye y fluye en la misma dirección». Hagas lo que hagas, el cambio es la constante y tienes dos opciones, fluir con el río o tratar de nadar contracorriente. Y volvemos a la confianza. Confiar en la vida, sobre todo cuando la vida hace daño. Ser capaz de volar cuando tiemblas. Confia… […]
[…] responsabilidades y sus prisas, te pasa más desapercibido. Existen comidas que paran el tiempo, respirotecas que te devuelven tu ser en apenas unas horas, conversaciones que te cambian la vida en apenas unas […]