Este fin de semana estuve en un encuentro de biodanza donde se trabajaba una de sus cinco lineas de trabajo de crecimiento personal: la trascendencia (las otras son afectividad, sexualidad, creatividad y vitalidad). La facilitadora era una escocesa increíble llamada Claire Lewis.
La dimensión espiritual o trascendente es una parte nuclear de mi vida y mi experiencia. Desde hace ya años me considero una persona creyente, aunque no religiosa. No estoy vinculada a ninguna religión. Pero siempre busco distintos caminos para cultivar esa trascendencia, porque todo mi ser sabe y siente que en la vida hay un segundo registro, un segundo relato, justo el que no se ve y donde se gesta lo más valioso de esta vida nuestra.
Así que voy a explicaros las palabras clave que se han manejado este fin de semana para trabajar la trascendencia. Por si os pudieran servir como a mí. Son como una especie de «ruta de vida».
La primera es CONSCIENCIA. Vivir con consciencia, amar con consciencia. Vivir cada momento con plenitud. Para «ver» la dimensión espiriritual de la vida, como del ser humano, hay que amarlo con consciencia. Fijarse en cada pequeño detalle, en lo que se dice y en lo que se calla, mirar a los ojos a las personas, ir despacio, mirar el paisaje por la ventana de los trenes o acariciar a nuestros hijos o parejas o amigos…consciencia.
La segunda es DESEO. En la cena del primer día surgió ante una manzana roja, preciosa y reluciente, una frase que recupero textual: «Honrar la belleza de algo es emplearlo para aquello que fue hecho. La mejor forma de honrar la belleza de una manzana es comérsela»
SENSIBILIDAD Y VULNERABILIDAD. Son las dos fortalezas del ser humano. Justo las que nos hacen necesitar al otro, mostrarnos en nuestra fragilidad, y vencer el miedo para hacerlo. Trascender no es negar nuestro cuerpo sino utilizarlo justamente para percibir con consciencia, para ser sensible a cada pedacito de cosmos que pasa a diario delante de nuestros ojos.
Además, el cuerpo conserva nuestra memoria corporal, donde se aloja la mayor parte de lo que somos, lo que nos hace únicos. No es la memoria intelectual y consciente la que nos define sino esas «tripas» donde se aloja nuestra historia afectiva, nuestras heridas y nuestros gozos. Nuestro mundo de niños se construye desde la inteligencia somato sensorial, es decir, desde el cuerpo primero y los afectos después. Nuestra mente no entra en juego hasta mucho después. Y la biodanza en eso acierta al proponer la VIVENCIA como método de autonocimiento y crecimiento, no tanto la teoría ni el relato, aunque también. Pero los cambios estructurales nos llegan a través del cuerpo y las relaciones afectivas y quedan en el cuerpo.
COMUNIÓN Y CONEXIÓN. Mostrarse vulnerable ante el otro para entrar en conexión con él o con ella. Trascender tu propia persona para llegar a la consciencia de la comunidad. Y dejarte sostener por la comunidad. Y conectar con los demás precisamente a través del contacto físico. De nuevo la afectividad, clave para el desarrollo pleno.
La conexión con la naturaleza y con la tierra también, el lograr un RITMO PROPIO de relación con ella, desde el que aportes algo a la totalidad, algo único, valioso y frágil.
Y la clave de la trascendencia es la INTEGRACIÓN. Lograr integrar todo lo que somos, nuestro cuerpo, nuestros afectos y nuestra mente. Nuestro pasado y nuestro presente. Lo que vemos y lo que tan sólo intuimos, apenas llegamos a sentir. Nuestro ser con la comunidad y con el universo. Una sola energía que fluya a través de nosotros.
Y de nuevo aparecía UBUNTU, la palabra mágica de la semana pasada. Yo soy en nosotros. La consciencia de que todos somos uno mismo, de que la vida nace, muere y renace de nuevo, que somos parte de un ciclo que va muy por encima de nosotros.
Y desde ahí disfrutar el MISTERIO. Vivir lo sagrado de la vida, que es todo. Cada pequeño detalle, matiz o criatura. Cada momento vivido con consciencia. Cada relación con amor del bueno. Y permitirnos SOÑAR y GOZAR la alegría de estar vivos.
Que la trascendencia pueda llegar a través de la alegría, de nuestro cuerpo , del amor conciente o viviendo nuestra vulnerabilidad me parece sencillamente un regalo. Por eso la última palabra es GRATITUD.
Pepa