Hay personas que llevan luz allá donde van. Ella la lleva. Pensaba escribirle un cuento, porque sé que a ella le gustan especialmente los cuentos que he escrito en este blog, pero me nace pintarla con paisajes. Porque ella es tierra. Y es luz. Y después de mucho tiempo y mucha consciencia, ahora lo sabe. Y verla es un gozo. Y escucharla cantar sencillamente me hace llorar. Nos hace a llorar a todos los que hemos tenido el privilegio de escuchar su voz. Esa voz que ha reconquistado.
Ella ha aparecido nombrada y en imágenes en este blog, pero no he escrito sobre ella. Todos los que me quieren y comparten mi vida saben ya a estas alturas del texto de quién hablo. Escribo de ella y desde ella. Porque para mí ella representa todo lo bueno que la vida me ha regalado, que ha sido mucho, muchísimo. Ha sido y es madre para mi hijo, y ellos dos juntos son mi ancla a la tierra. Es uno de mis mensajes de buenos días y una de las que aparece sin ser llamada cuando ve que estoy callada, cansada o triste. Es la que me lleva al bosque y la que cobija mis sueños cuando, como me sucedía estos días, necesitaba dormir.
Hemos establecido la bendita costumbre de escaparnos al norte solas, sin nuestros hijos, unos días en verano. Huimos del calor del verano de la roqueta y cuando la gente nos pregunta qué hacemos esos días, lo solemos resumir en: conversar, pasear, bañarnos (siempre hay bosque y agua donde vayamos) y reír. Es tiempo detenido. Es alimento para el alma. Y cuando vuelvo a casa descansada, en otro tono, con la sonrisa en la cara y tranquila no puedo evitar pensar en ella, en el bálsamo que trae a mi vida.
Estos tiempos del alma, esa sensación de salir del mundo y parar el tiempo la he compartido con otras personas. Recuerdo viajes y lugares a los que puedo volver sólo con cerrar los ojos. Por eso me nace escribir sobre ella pero va más allá de ella. Viajar ha sido, junto con la buena conversación, mi vicio más importante, y lo sigue siendo. Pero encontrar buenos compañeros de viaje no es fácil. He tenido auténticos privilegios en ese sentido, todos los viajes con J. o aquel viaje al Cabo de Gata con L. o Laos con C., Argentina en sus varios viajes, Chile a cuatro o California con José o los encuentros con L. por el mundo o mis escapadas con mis maravillosas mujeres madrileñas o la luz de Formentera con L. o esa primera copa de vino en el hotel en el mar con L. (cuántas L. diferentes!). Desde el principio hasta los últimos tiempos, con noches compartidas por turnos en un hotel o conversaciones en jardines inesperados con A.
Pero ella está en las «top five». Es la copiloto que te lee sin hablar cuando tocan muchos kilómetros. Esa que compra la botella de vino para la conversación nocturna sin preguntarte. O la que sabe callar cuando ve que empiezas a hablar sola, nerviosa, en un camino de tierra en medio de la montaña al que hemos llegado con el coche de modo feliz pero totalmente inesperado. Por no hablar de su mimo en mil pequeños detalles a los que no da ninguna importancia pero que convierten el viajar a su lado en una sensación continua de ser cuidada y mimada. Es su ancla a la tierra que hace que los que viajamos a su lado estemos siempre cubiertos. Sólo ella puede sacar un aguacate en medio del desierto de Atacama o el chocolate para el final de la cena del concierto de Rozalen junto al mar.
Viajar, cuando lo haces de verdad y en comunión, transforma. Es una experiencia de alma. Yo he tenido el privilegio de viajar mucho, pero no hablo de los viajes sólo. Hablo de la comunión de almas que se genera en ese tiempo detenido. Cuando te rodea la belleza y te puedes mirar al alma con otra persona. Puedes compartir silencios, conversaciones eternas, confesiones y risas. Y entonces esa relación se hace más valiosa si cabe. Porque le pones consciencia. Te das cuenta del privilegio que a veces en la cotidianidad, con sus responsabilidades y sus prisas, te pasa más desapercibido. Existen comidas que paran el tiempo, respirotecas que te devuelven tu ser en apenas unas horas, conversaciones que te cambian la vida en apenas unas horas. Pero cuando puede ser un poco más largo, un poco más deleitado…entonces es gozo.
Porque hay algo de lo que no se suele hablar y es que para llegar a esta profundidad de relación, a ese gozo, hay que haber compartido el dolor. Y ella y yo nos hemos sostenido en las pérdidas, las crisis con nuestros hijos, las dudas, el miedo (cuánto miedo hemos pasado las dos en algunos momentos estos años!). Hemos sido capaces de ver la belleza y la bondad en la otra que nosotras a veces no llegábamos a ver. Nos hemos quedado sentadas en el suelo en la puerta de una casa o en una silla en una terraza esperando un mensaje o una respuesta importante para la otra, es decir, para las dos. Nos impedimos ser duras con nosotras mismas, nos recordamos quiénes somos y nos hacemos reír cuando es el único y mejor bálsamo posible.
Aurora, de quien ya he escrito en este blog, era la mejor amiga de mi madre y, antes y después de morir nuestra madre, ha sido madre para nosotros. Como mi padrino lo fue de los tres. Pues Txus es mi Aurora. Y no tengo palabras para agradecer a la vida haberla puesto en mi camino al llegar a la roqueta. En el mío y en el de mi hijo y haberme regalado a su preciosa Aina en nuestras vidas. Sólo espero saber ser digna de su amistad lo que me quede de vida.
Me fui a Asturias un poquito menos cansada después del gozo de los días con mi sobrino en Palma, pero aún muy necesitada de descanso. Y aquella tierra y sus gentes han puesto el escenario para recuperar mi ser en su mirada. Nos costó a las dos bajar de la montaña, pero mi maravillosa gente asturiana nos lo puso muy fácil. Y seguimos con las L: L. que vino a vernos, L. que nos acogió en su casa y nos mimó hasta casi malcriarnos con tanta ternura y hasta paró el coche para ver el atardecer ;-), E. que vino a bailar con nosotras y nos llevó al aeropuerto y R. que sacó hueco para ese café hermoso con su mujer. Todas ellas han sido de mis últimas incorporaciones a mi vida afectiva y parece que hubieran estado ahí siempre. Estas son las cosas que tiene el amor cuando se ofrece de corazón.
Así que, como decía, este post va sobre ella pero va más allá de ella. Además, a estas alturas, ella ya estará queriendo meterse bajo las piedras. O quizá ya no. Ahora ya no se esconde. Quizá esté sonriendo, callada, diciendo «esta Pepa…» 😉
Gracias por ser mi cobijo, Txus. Te quiero con el alma.
Pepa
Maravilloso retrato de Txus a la que he reconocido a las pocas líneas. Ella y tu; tú y ella. Os tenéis tan queridas y tan sabidas…y, a la vez, tenéis tanto que descubrir y compartir aún, la una de la otra y acerca del mundo… una amiga así merece una parte de la vida. Gracias, Pepa
Son los regalos de la vida 😉
Gracias a ti, Tere! Abrazo inmenso,
Pepa